Óscar Cuéllar Saavedra: in memoriam
septiembre 13, 2020

Hoy recibí una muy triste noticia: falleció en México Óscar Cuéllar Saavedra. Estoy profundamente afectado por la noticia porque se fue una persona admirable, amigo ejemplar y un enorme compañero intelectual. Óscar fue el primero que cuando llegué a Chile, en aquellos lejanos días de enero de 1967, me brindó toda su cálida hospitalidad y me ayudó a entender lo que era ese país, su gente, su historia, sus luchas.  Lo que podía ser su futuro. Tuve la suerte de conocerlo gracias a que, al igual que yo, había sido admitido para cursar una Maestría en Ciencia Política en la FLACSO de Santiago. Ni bien nos conocimos hubo un torrente de simpatía mutua que nos acompañaría durante toda la vida. Generoso, solidario, desprendido como pocos, me introdujo en el denso mundo cultural del comunismo chileno en el cual sobresalía la fulgurante presencia de Pablo Neruda pero bajo cuyo manto protector se agrupaban numerosos intelectuales, periodistas, historiadores, artistas y también algunos jóvenes músicos que, poco después, irrumpirían con fuerza en extraordinarios conjuntos como Quilapayún e Inti Illimani.

 

Óscar no sólo me enriqueció con su amistad, facilitando mi asimilación a un país por mí desconocido y al cual llegaba con mi familia y dos niños muy pequeños; también lo hizo al convertirse en mi irreemplazable alter ego intelectual. El permanente diálogo con él fue decisivo para dar inicio al proceso de “latinoamericanizar” mi pensamiento, encerrado como estaba en el parroquialismo de una Argentina encandilada por Europa y que vivía de espaldas a su continente. Si bien encontré en la FLACSO un grupo notable de jóvenes latinoamericanos y caribeños la persona con la cual discutía los grandes temas del momento era Óscar. Muchas eran las cuestiones que agitaban el clima intelectual de Chile, que palpitaba las vísperas de un gran acontecimiento histórico que se concretaría en 1970 con la llegada de la Unidad Popular al gobierno. Los temas eran casi infinitos:  alcances y límites de las teorías de la dependencia que cuestionaban la visión del desarrollismo de la CEPAL;  los crímenes perpetrados por el imperialismo en nuestros países y en Vietnam; las vías y el carácter de la revolución latinoamericana; el Mayo francés y el callejón sin salida del marxismo althusseriano; la recuperación de la obra de Antonio Gramsci (que Óscar conocía ampliamente) como componente imprescindible para la recreación del marxismo; las enseñanzas de la derrota de la guerrilla del Che en Bolivia y los obstáculos de una “vía pacífica” al socialismo tal como se insinuaba en Chile; los límites teóricos y epistemológicos de las ciencias sociales “norteamericanas”, hegemónicas en nuestras universidades; las promisorias perspectivas que abría la renovación del pensamiento marxista, superando los esquematismos de los manuales soviéticos; la importancia del retorno a las fuentes de la filosofía política para reinstalar la necesidad de un pensamiento utópico que rompiese con los asfixiantes moldes del saber convencional y lograse convencer a las grandes masas desheredadas de Nuestra América que “otro mundo era posible”. Había también otros temas de conversación, pero los arriba mencionados eran los más importantes y recurrentes.

 

Se comprende mi desazón ante la noticia. Se fue también un compañero de las innumerables marchas y manifestaciones que conmovían las calles y plazas de todo Chile durante los años finales del gobierno democristiano y los primeros de Salvador Allende. Dos acontecimientos imborrables fueron compartidos hombro a hombro con Óscar: uno, el repudio a la visita de Richard Nixon a Chile en Mayo de 1967. Alguien tuvo la mala ocurrencia de invitarlo a visitar a la Escuela de Ciencia Política de la FLACSO pensando que allí encontraría un grupo amigable de jóvenes de toda Latinoamérica y el Caribe. En su lugar se encontró con una veintena de fieras que ni bien ingresó al recinto comenzaron a atacarlo recordándole los crímenes de Estados Unidos en Vietnam, el apoyo a los golpes de estado en Brasil (1964), Argentina (1966), a Stroessner en Paraguay, a Duvallier en Haití, a Somoza en Nicaragua. Le enrostrábamos asimismo la invasión de Playa Girón en Cuba y la más reciente (1965) a República Dominicana. El hombre, sorprendido, visiblemente perturbado y rojo de indignación, tuvo la mala idea de responder con insolencia a una pregunta. Esto provocó una batahola con insultos de todo tipo e intentos de acercarnos para propinarle el puñetazo que bien se merecía ese bribón. Ante este inesperado descalabro el servicio secreto que lo acompañaba optó por alzarlo en vilo e iniciar una ignominiosa huída para depositarlo en el auto de la embajada y ponerlo a salvo de una lluvia de monedas y piedras que los estudiantes lanzaban a modo de amable despedida. Oscar fue uno de los que mejor puntería demostró tener en esa gloriosa escaramuza de las luchas antiimperialistas.

 

El otro acontecimiento que me marcó de modo indeleble fue la apoteósica llegada de Fidel Castro a Santiago el 10 de Noviembre de 1971. En el aeropuerto fue recibido por el presidente Salvador Allende y luego dio comienzo al traslado hacia la residencia del embajador de Cuba en Santiago. El trayecto se hizo en un auto descapotado para que ambos mandatarios, parados en la parte de atrás del vehículo, saludaran a quienes habían acudido a recibirlos que eran centenares de miles. Sabíamos que la caravana pasaría por la Avenida Costanera, muy cercana a la sede de FLACSO, y allí fuimos los estudiantes, y yo con Óscar en medio de una multitud que aplaudía a rabiar y entonaba toda clase de consignas en solidaridad con la Revolución Cubana y de repudio a las agresiones imperialistas contra la isla rebelde. Esperamos un par de horas al rayo del sol y de pronto se divisó a la caravana que avanzaba a marcha lenta precediendo al vehículo presidencial. Este  pasó a escasos tres metros de nosotros y ambos notamos que Fidel fijó un instante su mirada en nuestro grupo, intrigado por saber quiénes eran los gritones que lo recibíamos con tanta alegría. Satisfecha su curiosidad alzó su mano derecha y la dirigió en nuestra dirección, como si nos estuviera saludando personalmente. Ni bien el automóvil  prosiguió su marcha y se fue alejando de nuestro lugar nos abrazamos emocionados con Óscar convencidos de que habíamos sido testigos de un momento histórico. Como Hegel, nos dijimos entre risas, cuando vio a Napoleón desfilar a caballo por las calles de Jena después de destruir al Sacro Imperio Romano Germánico. Si bien la comparación era intencionalmente exagerada, lindando con una humorada sobre todo cuando se la evoca con la mesura que otorga el medio siglo transcurrido desde ese momento, la misma tenía (y tiene) sin embargo un grano de verdad que no se nos escapó a ninguno de los dos: Fidel representaba el inicio de una nueva etapa en la historia de Latinoamérica, como Napoleón lo hizo al poner fin al absolutismo dinástico europeo. No estábamos tan despistados con nuestra comparación.

 

Aparte de charlas interminables nuestra amistad fructificó también en la redacción de un largo artículo escrito “a cuatro manos” y publicado por la Revista Mexicana de Sociología en 1983 (“Apuntes críticos sobre la concepción idealista de la hegemonía”). Allí advertíamos sobre los problemas teóricos resultantes de pensar la cuestión de la hegemonía apelando a un Gramsci irreal, ficticio,  caprichosamente desgajado de su estrecha relación que el italiano mantuvo con el pensamiento y la práctica revolucionaria de Lenin. En esa nota también alertábamos sobre los problemas prácticos latentes en esos planteamientos idealistas, dado que la hegemonía era concebida  como una operación desvinculada de la dominación del capital, y que a nuestro entender rematarían en la exaltación de un seductor neopopulismo pero huérfano por completo de un horizonte anticapitalista, cosa que la historia posterior comprobó de modo irrefutable.

 

Óscar fue un comunista incómodo con los imperativos organizacionales del partido. Su espíritu crítico y su permanente inquietud intelectual suscitaban no pocas críticas en los sectores más ortodoxos.  Pero algo que no estuvo jamás en discusión  fue la convicción de que era un hombre que vivía sus creencias sin fisuras ni dobleces, y que en cada coyuntura crítica de la vida política chilena siempre estuvo en la trinchera correcta. En fin, se me agolpan tantos recuerdos que corro el riesgo de que estas notas no lleguen a tiempo a sus hijas y sus familiares. Los vinos con los cuales regábamos nuestras largas charlas en la casa de la calle Franke, en el barrio de Ñuñoa, ofrecerían material para un pequeño ensayo aparte. Luego de eso, años más tarde, el golpe de Pinochet, el exilio, el re-encuentro en México y el inicio de una nueva vida en ese país, la segunda patria para él y para mí. Hoy Óscar ha partido y el mundo es un poco menos amable y con su ausencia hay una luz menos en medio de tanta oscuridad. Quería como pocos a sus amigos y a su familia, y adoraba a sus hijas, como le consta a todos quienes lo conocimos. Se fue, en fin, un hombre a quien le debo mucho. A lo largo de tantas décadas de amistad no sé si logré equilibrar las cuentas. Creo que sí, al menos en parte, por lo que me tocó y pude hacer, junto con algunos amigos, para viabilizar su salida de Chile durante los primeros trágicos meses de la dictadura. Pero sé que aún cuando nada hubiera hecho su altruismo y benevolencia le habrían  impedido formularme reproche alguno. Así era este amigo que aún a la distancia siguió siendo mi interlocutor intelectual. Pocas veces he escrito algo sin pensar en cuál sería la opinión de Óscar. No será lo mismo ahora que ha partido, pero en mi pensamiento seguirá estando tan presente como antes. ¡Hasta la victoria siempre, querido amigo!

 

 

15 Comentarios

  1. Gustavo Raya Corona

    Excepcional mi gran asesor de tesis para ser sociólogo de UAM-ÁZCAPOTZALCO. Uno de los mejores sociólogos que llegó a México para enseñar los fundamentos de la teoría crítica como nadie. Uno de los grandes teóricos de la nueva sociología latinoamericana que combatió el proyecto neoliberal sin peros…
    Una maravilla de persona

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  2. Armando Sánchez Albarrán

    Encontré en Oscar Cuellar más que un colega: un sincero amigo y agudo intelectual. En los últimos ocho años tuve la suerte de compartir con Oscar la investigación sobre las familias rurales en el Estado de México. Como amigo, siempre dispuesto a ayudar y dar consejos prácticos de manera desinteresada. Como intelectual daba siempre su punto de vista crítico. Conocía de muchos temas y se expresaba en forma de pláticas-conferencias interminables que ahora extraño. Oscar era una «enciclopedia andando». Muchos proyectos se quedaron en el tintero. Hoy su ausencia deja un hueco difícil de llenar. Mis condolencias a su familia.

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  3. Patricio Saavedra Rodriguez

    Lamento la partida de Oscar. Desde Chile envío estas condolencias a sus hijas. Mi último contacto con Oscar fue en Santiago en un corto viaje donde tuve el privilegio de su presencia junto con su madre, mi tia. Las palabras de sus amigos me comprueba el valor de Oscar, sus cualidades y principios. Era realmente admirable. Un orgullo para quienes lo conocieron.

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  4. Maria del Carmen Piaggi

    Que hermosas palabras. Su desaparición es solo física, porque seguirá estando presente. seguro que dejo una marca muy importante, en su vida.

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  5. Silvia Raquel Cerpa

    Emocionante despedida!!! Y como siempre un enseñante generoso! Muchas gracias! Acompaño en el dolor a Ud y la familia de Óscar Cuellar! Gran Chileno!!!Hasta la victoria siempre!!!!

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  6. David H

    Hace unos días escribí ésto y con respeto lo quiero compartir en este espacio, un saludo afectuoso desde México:

    «Hoy se nos fue el Dr. Oscar Enrique Arturo Cuéllar Saavedra, le guardo una afectuosa memoria. Al final de mí formación universitaria me ayudó junto con el Dr. Augusto Bolívar a titularme, fue mi lector de tesis y puedo decir que le aprendí lecciones valiosas tanto académicas, como de vida. Un par de chilenos muy mexicanos que tuvieron atenciones muy positivas en mi vida. Hoy no está más aquí, pero seguramente se la está pasando muy bien donde se encuentra, el tenía ese fino humor que aligera el camino. Buen viaje profesor, lo llevo en el corazón y en mi memoria académica.»

    UAM AZCAPO #uam

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    • Laura

      Conocimos a Óscar mas como padre de su adorable Ana, que como profesor, activista, luchador.
      Recién nos enteramos de su fallecimiento y
      créanme ha sido un día triste para nosotros.
      Nos quedan los buenos recuerdos, pero sobretodo nos queda el placer de haber contado con su amistad.
      Ha sido un honor Óscar.
      Abrazamos a la familia y amigos con cariño y respeto.

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  7. Camila cuellar

    Querido Atilio. Tus.palabras honran la memoria de nuestro papá.
    Agradezco profundamente el cariño y la amistad eterna. El te queria mucho y te tenia profundo respeto también.
    Un abrazo, Camila Cuéllar

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    • Ricardo Ramirez

      Camila! Mis condolencias sentidas y sorprendidas, esperaba volver a verlo algun dia fuimos compañeros de sueños y de un episodio de su vida que quizas desconoces. Se que estas orgullosa de el y tienes toda la razon del mundo. Un virtual abrazo. Ricardo Ramirez

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  8. Sergio Angulo

    Óscar Cuellar era de esas personas “de antes” dice una expresión popular mexicana. Mi primer profesor de Sociología, alguien que influyó en tantos y que no alcanza el tiempo para recuperar todas sus aportaciones.

    Uno honor conocerle, escucharle y compartir parte de todo lo que él era. Un abrazo a su familia y amigos. Nos hace falta

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  9. Yanga Villagomez

    Mis condolencias a la familia de Óscar Cuéllar. Gran amigo, con él tuve la oportunidad de trabajar algunos temas de ciencias sociales. Su reflexión crítica siempre fue un estimulo para romper los moldes que con frecuencia nos impone la academia.

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    • Miguel Angel Chávez Pérez

      Un excelente profesor, cuyas clases se hacían cortas con su amena charla. Un hombre simpático, de aspecto serio y duro pero muy agradable cuando se le conocía. Fueron clases distintas, amante de los animales, en ocasiones acompañado de su fiel perro a impartir cátedra. Su acento chileno, su frondoso mostacho y sus chascarrillos, lo hacían ser un profesor muy simpático y agradable para los que fuimos sus alumnos; no siempre fácil de enteder a primera vista por su agudez al momento de analizar la teorías científicas dentro de la Sociología. QPD. y un abrazo a su familia.

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  10. Daniela Cuellar Diaz

    Me conmueven profundamente tus palabras, Atilio. Soy la segunda hija de Cuéllar. Papá me habló mucho de ti en estos últimos meses que estuve con él, como siempre. Agradezco infinitamente este homenaje. Lo echaré de menos siempre. Mi papá era mi guía.

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    • Bettina Cetto

      Yo agradezco poderme formar la imagen de tu padre, un ser extraordinario, evidentemente. Te abrazo, querida Daniela y te acompaño en tu pesar.

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  11. Txema Sánchez

    Amor revolucionario! Q intenso es y q profundo! Genera una memoria q trasciende la muerte física y q vive siempre ya en las futuras luchas revolucionarias y en quien os conoce como referente a cualquiera de vosotros. Un abrazo de amistad eterna Atilio

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Sobre el Autor de este Blog

Atilio Alberto Borón (Buenos Aires, 1 de julio de 1943) es un politólogo y sociólogo argentino, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard. Actualmente es Director del Centro de Complementación Curricular de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda. Es asimismo Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del IEALC, el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe.

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