Fidel Castro pronuncia su discurso ante la multitud reunida en la Plaza de la Revolución, 4 Febrero 1962 |
Revolución
Cubana
cumple hoy 54 años. No reiteraremos aquí lo dicho infinidad de veces acerca de
las grandes conquistas históricas, materiales y espirituales, de la Revolución. Su
sobrevivencia pese a la permanente agresión del imperialismo, al bloqueo y a
una implacable hostilidad de la cual fueron y son cómplices las burguesías
latinoamericanas y europeas, así como sus partidos y gobiernos, basta y sobra
para demostrar la tremenda fortaleza de la Revolución Cubana.
Fortaleza que sólo es posible cuando la revolución se encuentra profundamente
arraigada en las entrañas mismas de la sociedad, expresando la continuidad de
un proceso emancipatorio que se inició en 1868, maduró bajo la inspiración de
José Martí en 1898 y que comenzó a transitar por su etapa definitiva con el
asalto al Moncada el 26 de Julio de 1953 hasta culminar el 1º de Enero de 1959
con el triunfo de la Revolución. Como un pequeño homenaje a la gesta
revolucionaria cubana incluimos a continuación unos pocos fragmentos del
discurso que el Comandante Fidel Castro Ruz pronunciara el 4 de Febrero de
1962, dando lectura a la “Segunda Declaración de La Habana”, una pieza
magistral de la filosofía política y social que los luchadores sociales de todo
el mundo harían muy bien en estudiar. Este excepcional documento analiza las
raíces históricas de la revolución y, por añadidura, los fundamentos de las
futuras revoluciones latinoamericanas. Fue pronunciado por Fidel en la Plaza de la Revolución y aprobado
por aclamación por la multitud allí reunida para repudiar las agresiones
perpetradas –atentados, incendios de cañaverales, sabotajes varios- por los
Estados Unidos en Cuba y la expulsión de la OEA que sufriera este país en la Conferencia de Punta
del Este en Agosto de 1961, luego de la cual todos los países del hemisferio,
con la honrosa excepción de México, rompieron relaciones con Cuba
revolucionaria.
Declaración de La Habana *
[Fragmentos]
Cuba duele de manera
especial a los imperialistas. ¿Qué es lo que se esconde tras el odio yanqui a la Revolución Cubana?
¿Qué explica racionalmente la conjura que reúne en el mismo propósito agresivo
a la potencia imperialista más rica y poderosa del mundo contemporáneo y a las
oligarquías de todo un continente, que juntos suponen representar una población
de trescientos cincuenta millones de seres humanos, contra un pequeño pueblo de
sólo siete millones de habitantes, económicamente subdesarrollado, sin recursos
financieros ni militares para amenazar ni la seguridad ni la economía de ningún
país?
Los une y los
concita el miedo. Lo explica el miedo. No el miedo a la Revolución Cubana;
el miedo a la revolución latinoamericana. No el miedo a los obreros,
campesinos, estudiantes, intelectuales y sectores progresistas de las capas
medias que han tomado revolucionariamente el poder en Cuba; sino el miedo a que
los obreros, campesinos, estudiantes, intelectuales y sectores progresistas de
las capas medias tomen revolucionariamente el poder en los pueblos oprimidos,
hambrientos y explotados por los monopolios yanquis y la oligarquía
reaccionaria de América; el miedo a que los pueblos saqueados del continente
arrebaten las armas a sus opresores y se declaren, como Cuba, pueblos libres de
América.
En los propios
Estados Unidos, la
Agencia Central de Inteligencia ha organizado escuelas
especiales para entrenar agentes latinoamericanos en las más sutiles formas de
asesinatos; y es política acordada por los servicios militares yanquis la
liquidación física de los dirigentes antiimperialistas.
Es notorio que las
embajadas yanquis en distintos países de América Latina están organizando,
instruyendo y equipando bandas fascistas para sembrar el terror y agredir las
organizaciones obreras, estudiantiles e intelectuales. Esas bandas, donde
reclutan a los hijos de la oligarquía, a lumpen y gente de la peor calaña
moral, han perpetrado ya una serie de actos agresivos contra los movimientos de
masas.
Pero la hora de su
reivindicación, la hora que ella misma se ha elegido, la viene señalando, con
precisión, ahora, también de un extremo a otro del continente. Ahora, esta masa
anónima, esta América de color, sombría, taciturna, que canta en todo el
Continente con una misma tristeza y desengaño, ahora esta masa es la que
empieza a entrar definitivamente en su propia historia, la empieza a escribir
con su sangre, la empieza a sufrir y a morir. Porque ahora, por los campos y
las montañas de América, por las faldas de sus sierras, por sus llanuras y sus
selvas, entre la soledad o en el tráfico de las ciudades o en las costas de los
grandes océanos y ríos, se empieza a estremecer este mundo lleno de razones,
con los puños calientes de deseos de morir por lo suyo, de conquistar sus
derechos casi quinientos años burlados por unos y por otros. Ahora sí, la
historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y
vilipendiados de América Latina, que han decidido empezar a escribir ellos
mismos, para siempre, su historia. Ya se les ve por los caminos un día y otro,
a pie, en marchas sin término de cientos de kilómetros, para llegar hasta los
«olimpos» gobernantes a recabar sus derechos. Ya se les ve, armados de piedras,
de palos, de machetes, de un lado y otro, cada día, ocupando las tierras,
fincando sus garfios en la tierra que les pertenece y defendiéndola con su
vida; se les ve, llevando sus cartelones, sus banderas sus consignas;
haciéndolas correr en el viento por entre las montañas o a lo largo de los
llanos. Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho
pisoteado que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa
ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo cada día que pase. Porque esa ola
la forman los más mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con su
trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar las ruedas de la historia
y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron.
Porque esta gran humanidad ha dicho: «¡Basta!» y ha echado a andar.
Y su marcha de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera
independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente. Ahora, en
todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón,
morirán por su única, verdadera, irrenunciable independencia.
¡VENCEREMOS!
EL
PUEBLO DE CUBA
La Habana, 4 de febrero de
1962
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Estimado Atilio, sigo tus artículos con interés. Esta vez quisiera comentar una cuestión de datos que no hace al fondo del artículo, pero que vale señalar. Y tiene que ver con que Cuba fue excluida de la OEA en enero de 1962 y no en agosto de 1961 como se señala en este artículo publicado hoy en Página 12 . En Punta del Este en agosto de 1961 se realizó una Reunión Extraordinaria del Consejo Interamericano Económico y Social y el tema central fue la Alianza para el Progreso. Mientras que Cuba fue suspendida de la OEA en enero de 1962 (luego de que se declarara marxista-leninista a fines de 1961) en la VIII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores celebrada también en Punta del Este y donde el tema central "la ofensiva del comunismo en América Latina" y el caso de Cuba. Si bien México fue el único país de la región que no cortó relaciones con Cuba durante la guerra fría, en aquella reunión de enero de 1962 también otros países como Argentina, Brasil, Chile y otros no apoyaron la resolución que decidió la exclusión de Cuba.
Saludos y feliz año!
"No reiteraremos aquí lo dicho infinidad de veces acerca de las grandes conquistas históricas, materiales y espirituales, de la Revolución".
A ver, Atilio, ¿por qué no nos contás un poco en detalle y al dia de hoy, enero de 2013, sobre la situacion real de "las grandes conquistas materiales de la Revolución?" No todas. Una, por lo menos, que implique un notable avance respecto de enero de 1959.