Ese día, de 1945 el gobierno de Estados Unidos decidió arrojar una segunda bomba atómica sobre una indefensa ciudad japonesa. Esta vez la víctima fue Nagasaki. El 6 de Agosto la víctima había sido Hiroshima. Pese a comprobar los devastadores efectos de esos artefactos que al estallar producen una bola de fuego de 4.000 grados centígrados de calor, se reincidió en esa conducta criminal configurando los dos mayores atentados terroristas en la historia de la humanidad. Las estimaciones del Boletín de Científicos Atómicos de Estados Unidos sitúan el número de personas incineradas instantáneamente entre 40 y 70.000 en Nagasaki, y entre 70 y 140.000 en Hiroshima, sin contar las decenas de miles que murieron a causa de las radiaciones en los años subsiguientes. El gobierno japonés, un indigno vasallo de Estados Unidos, aceptó desde 1945 la política de no apologies (sin disculpas). La doctrina oficial de la Casa Blanca señala que Estados Unidos no debe pedir perdón por los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki ni resarcir con indemnizaciones a los familiares de los que perecieron por causa de aquellos bombardeos y la destrucción causada en esas ciudades. Tampoco pedir perdón por haber desestabilizado gobiernos y promovido innumerables golpes de estado en todo el mundo, con sus centenares de miles de encarcelados, torturados, muertos y desaparecidos. ¡Ah, me olvidaba! ¡Ese es el gobierno que todavía hoy se arroga el derecho de decir quién es terrorista cuál gobierno es terrorista o quien es el que protege o auspicia el terrorismo en el mundo!
(Abajo, tres collages con algunas de los camaradas que aceptaron posar con la camiseta conmemorativa de aquel crimen)
Y siguen pendiente a las políticas de otros países soberanía. En vez de atender sus problemas. Llegará el día de su destrucción. Que Dios les acompañe en el proceso.