Trump: rápido y furioso
enero 22, 2025

Publicada en  Página/12

El retorno de Donald Trump a la Casa Blanca y las señales que envió desde el mismo momento de su inauguración (y que continuaron hasta entrada la noche en la imprevista conferencia de prensa que tuvo lugar en la Sala Oval) estuvieron teñidas por una alarmante mezcla de soberbia y prepotencia. Si alguien todavía duda que Estados Unidos es el centro de un imperio el show montado por el magnate neoyorquino le despeja todas las dudas. Pero la radicalidad de sus planteos y de su verborragia expresan, mejor que nada, la dura constatación de que el imperialismo norteamericano experimenta una inexorable declinación.

Esto no es un tema del que los medios hegemónicos y los partidos de la plutocracia dominante suelen hablar, salvo en herméticos conciliábulos cuando los administradores imperiales no pueden mentirse entre ellos. Saben que el gran tablero mundial, para utilizar la gráfica imagen de Zbigniew Brzezinski, ha cambiado y que desvanecida la ilusión de un eterno unipolarismo que caracterizaría todo el siglo XXI – “la American Century”- lo que queda es una laboriosa construcción de una estrategia de reducción de daños para preservar algo de la otrora incontestada hegemonía en una escena internacional caracterizada por la insurgencia de nuevos protagonistas en la economía y la política mundiales.

El slogan mismo de campaña de Trump desde el 2016, MAGA, revela esta necesidad de que Estados Unidos vuelva a ser grande otra vez, tácita confesión de que aún siendo un actor de enorme importancia -especialmente en el terreno militar- ya no retiene la omnipotencia que supo tener en el pasado. China, primer socio comercial o financiero de casi ciento cincuenta países, es sin duda la potencia que marca el ritmo de la economía mundial y el taller industrial del planeta. Rusia resurgió de sus cenizas y las casi veinte mil medidas coercitivas unilaterales tomadas por Washington, especialmente luego de estallada la guerra con Ucrania, tuvieron un efecto paradojal: su economía es la que más crece en Europa, muy por encima de Alemania, Francia y el Reino Unido. Y, aún más importante, Moscú le dijo adiós a Europa produciendo, junto con China y la India, sus socios en el BRICS, una significativa reorientación de la economía mundial. Los BRICS originarios, sin contar los nuevos países que fueron incorporados recientemente, ya sobrepasan a los países del G7 por el volumen de su economía y las proyecciones para los próximos cinco años aún más alentadoras. Trump piensa combatirlos con aranceles y tarifas, pero eso sólo ahondará las presiones inflacionarias dentro de Estados Unidos.

En este nuevo terreno, en donde Trump ha proferido todo tipo de amenazas, la Casa Blanca deberá también lidiar con el retraso tecnológico de su país, sobre todo en relación al formidable avance de China en el amplio campo de la informática, la robótica y la llamada “ciencias de la computación”, tema que fue subrayado en la recordada intervención que Jimmy Carter tuvo en la escuela dominical de la Iglesia Bautista Plains, Georgia, en abril del 2021. Textualmente dijo que “durante los 242 años de su existencia, Estados Unidos ha estado en paz solo durante 16 años. Desde 1979, ¿sabes cuántas veces China ha estado en guerra con alguien? Ninguna.” Y concluyó: “hemos malgastado unos 3 billones de dólares en gastos militares en vez de invertirlos, como hizo China, en desarrollos tecnológicos y científicos, y por eso han pasado a la delantera.”

La obsesión con China tuvo nítidos reflejos sobre Latinoamérica y el Caribe. La amenaza de recuperar para Estados Unidos el Canal de Panamá porque “se los dimos a Panamá y no a China” revela su desconocimiento de la realidad actual y de las largas tratativas que culminaron en los Tratados Torrijos-Carter, que garantizaban la neutralidad de esa vía de agua pero también el control panameño del Canal. La pretensión de sancionar a los países y navíos que operen en el megapuerto peruano de Chancay, construido por los chinos, y operado por una empresa estatal china, la Cosco Shipping, en asociación con una peruana vinculada a la minería es otro ejemplo de ello.

La proyección comercial de China en el Ártico así como la militar de Rusia precipitaron la pretensión de comprar Groenlandia, lo que fue respondido con una indigna respuesta, por lo genuflexa, del gobierno danés. Más grave ha sido la insinuación de que designaría como organizaciones terroristas a los cárteles mexicanos, lo cual según la legislación estadounidense (violatoria del derecho internacional) se arroga la extraterritorialidad de su jurisdicción y podría dar lugar a un ataque armado en territorio mexicano. O la voluntad de deportar a millones de indocumentados y militarizar la frontera sur, lo que originaría una severa crisis económica en estados como California y Texas, para nombrar solo dos de ellos, y una crisis humanitaria de grandes proporciones a ambos lados del Río Grande.

La palabra “invasión” utilizada para describir el ingreso de inmigrantes, y su calificación de “criminales, narcotraficantes y violadores” revelan el perfil de un personaje xenófobo y racista, amén de misógino, homofóbico y profundamente autoritario. Ya lo era en su primer mandato, pero entonces tenía un entorno que en parte moderaba estos impulsos agresivos. Hoy no. Marco Rubio es un hombre carcomido por su odio a Cuba y su revolución, igual que Mauricio Claver-Carone. En su gabinete predominan los halcones, los mercachifles del complejo militar e industrial, los truhanes financieros y los acérrimos partidarios del sionismo. No fue casual que en la ceremonia que tuvo lugar en el Arena One hubiera una delegación de familiares de los rehenes israelíes en manos de Hamas. En cambio, no hubo absolutamente nadie en representación de los más de cincuenta mil muertos producidos por el genocidio desatado por el gobierno israelí. Por último, en su entorno inmediato de asesores y funcionarios sobresalen trece multimillonarios, comenzando por Elon Musk, admirador del partido neonazi alemán y que apenas ayer saludó a la muchedumbre con un saludo hitleriano. No hay antecedentes de una degradación tan significativa en la historia de la democracia estadounidense.

Llamativo silencio en relación a Cuba y Venezuela, aunque era evidente que una de las primeras decisiones que tomaría ni bien jurase como presidente sería reintroducir a la mayor de las Antillas en la lista de países que patrocinan al terrorismo, una infamia incalificable y sólo comprensible por la bicentenaria aspiración estadounidense a apoderarse de la isla de Cuba. Sobre Venezuela dijo que Estados Unidos no necesita del petróleo del país sudamericano porque ellos, los estadounidenses, tienen aún más y lo van a extraer y exportar. Allí tendrá varios problemas porque hay seis estados, entre ellos California y Nueva York, en donde el fracking está prohibido.

Arrogante dijo que no le preocupa Latinoamérica porque cometiendo un burdo error dijo que “ellos necesitan de nosotros, en cambio nosotros no necesitamos de ellos”, de modo que espera que sus gobiernos admitan sin chistar lo que Washington decida. En fin, habría muchos temas más para analizar en un discurso grandilocuente, fundacional (“hoy es el día de la Liberación”, dijo), guerrerista, donde anunció con orgullo que Estados Unidos se retira del Acuerdo de París sobre el cambio climático y también de la OMS. No hay que ser un adivino para predecir que ni bien tenga que pasar de los dichos a los hechos los obstáculos que encontrará en ese tránsito serán formidables, dentro pero sobre todo fuera de Estados Unidos porque pese a la derecha conservadora y los espíritus colonizados que tanto abundan en Latinoamérica, la estructura del poder mundial cambió y esa transición, ya consumada, es irreversible.

Trump podrá seguir vociferando sus amenazas y proseguir con su negacionismo del cambio climático mientras un pavoroso incendio destruye parte de Los Ángeles, lo que debería obligar a Trump y los barones tecnofeudales que lo acompañan a reflexionar seriamente sobre el cambio climático. Pero no lo harán. Debemos prepararnos para momentos muy duros, no sólo en Latinoamérica y el Caribe. En todo el mundo.

3 Comentarios

  1. Luis grisolia

    Excelente análisis. Indispensable para orientar nuestras ideas y propuestas futuras

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  2. ALBERTO MOREL

    En mi opinión estamos asistiendo a una ola creciente de derechizacion en una gran parte del mundo. Trump es la expresión renovada y potenciada en los EEUU del remedo de nacional socialismo que aplicará. Ya sabemos que en tal marco, es necesario un chivo expiatorio al cual responsabilizar. Para Hitler fueron los judíos. Para Trump son los migrantes. Como implementar la limpieza «etnica»? Ya sabemos como lo hicieron los nazis alemanes. Como lo harán los yankees? Veremos…
    El remedo argentino de tales políticas es el presidente Milei. Su chivos expiatorio son los «kukas» y los «zurdos», a quienes (así declaró ayer) perseguirá hasta la última instancia. Y les pidió que «tiemblen»…
    No pude menos que recordar no tan lejanos tiempos aciagos vividos en Argentina, que hoy creíamos superados
    Como dijo El Quijote: «Cosas vetedes Sancho…

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  3. Aldo Trapani

    Ademas reclama el canal de Panama, pero me pregunto : porque los pueblos votan a sus verdugos ? Sera que las sociedade se parecen a los gobiernos que tienen ? Con gobiernos de ultraderecha , vamos camino a la autodestruccion. Lo lamentable es que los sufrimos los que pretendemos otra cosa

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Sobre el Autor de este Blog

Atilio Alberto Borón (Buenos Aires, 1 de julio de 1943) es un politólogo y sociólogo argentino, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard. Actualmente es Director del Centro de Complementación Curricular de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda. Es asimismo Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del IEALC, el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe.

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