(Atilio A. Boron) Un día como hoy, 6 de Agosto, pero de 1945 se perpetraba uno de los dos mayores atentados terroristas de la historia de la humanidad: el lanzamiento de una bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima. No alcanzan las palabras de nuestro vocabulario para expresar nuestra indignación y repudio ante un acto tan atroz como ese, ejecutado con premeditación y alevosía porque antes de ese infausto día aquella ciudad no había sufrido bombardeo alguno por parte de la aviación de Estados Unidos. En su infinita maldad la “democracia estadounidense”, esa que los voceros y amanuenses del imperio no dejan de exaltar, había preservado a Hiroshima de todo ataque para luego poder mensurar, con la frialdad con que un sicario examina el cuerpo inerte de su víctima para asegurarse que esté muerta, los efectos del dispositivo atómico que ya habían resuelto arrojar sobre sus inocentes e indefensos habitantes. Se calcula que entre 140.000 y 166.000 personas murieron calcinadas en un segundo y en los meses subsiguientes. No conforme con ello el presidente Harry Truman ordenó un segundo bombardeo atómico sobre la ciudad de Nagasaki, que tuvo lugar el 9 ese mismo mes, cegando en un santiamén la vida de unas 70.000 personas.
Poca resonancia tuvo este nuevo aniversario en la prensa “seria y objetiva” de Estados Unidos: la edición digital del New York Times no trata el tema, aunque sí lo hace el Washington Post y una breve nota publicó The Guardian en el Reino Unido. Es más, en el día de hoy se suponía que durante los Juegos Olímpicos habría un minuto de silencio a las 8.15 de la mañana. Pero nada de eso ocurrió. Y el premier japonés, Yoshihide Suga, que pronunció el discurso de rigor en Hiroshima, leyó un texto pero casualmente se salteó una parte del mismo en la cual recordaba que Japón era el único país que había sido víctima de un ataque atómico. Un gesto de lacayuna cortesía hacia Mr. Biden porque si decía lo que seguramente se había acordado con sus colaboradores la implicación era que Estados Unidos era el único país en el mundo que cometió tamaña monstruosidad.
No debiéramos sorprendernos ante ese renuncio de Suga. Aunque parezca mentira el gobierno japonés, ansioso de fomentar el negacionismo del holocausto atómico que promovía Washington, ¡recién en 1968 comenzó a ofrecer ayuda médica a las “víctimas certificadas” del bombardeo! Esta deplorable actitud refleja una desconsideración para con la vida y la salud de su propio pueblo, algo que ya había demostrado de modo aún más brutal con otras poblaciones asiáticas durante las décadas en que sus tropas ocuparon Taiwan, desde 1895; Corea, desde 1910; China y Manchuria, desde 1931 y Hong Kong desde 1941.
Tomando en cuenta todo lo anterior se comprende la necesidad de hacer memoria, de rememorar tanta barbaria y de luchar resueltamente contra las permanentes amenazas que Estados Unidos representa para la humanidad. De ahí la existencia de un pujante movimiento internacional que se propone instituir el día 9 de Agosto como el “Día Internacional de los Crímenes Estadounidenses contra la Humanidad.”
Otro excelente artículo de Atilio Boron. FELICITACIONES !!!