¿Rumbo hacia una Tercera Guerra Mundial?
diciembre 17, 2014

(Por Atilio A. Boron) Paso a paso, el mundo parece
encaminarse hacia la Tercera Guerra Mundial. La OTAN estrecha cada vez más el
círculo trazado sobre Rusia, llevando a sus extremos un proceso que fue el
objetivo político fundamental perseguido, en el teatro europeo, por los
sucesivos gobiernos demócratas y republicanos que ocuparon la Casa Blanca desde
los comienzos de la Guerra Fría. Y a lo anterior hay que sumar la declaración
de guerra económica que, en los hechos, ha decretado el gobierno de Estados
Unidos.

La ofensiva de la OTAN se
aceleró hace un cuarto de siglo, en coincidencia con la caída del Muro de
Berlín en 1989. En esa ocasión, tanto el presidente de los Estados Unidos,
George  H. W. Bush (padre) como el
Canciller alemán Helmut Kohl le aseguraron al líder soviético Mikhail Gorbachov
que la OTAN se mantendría dentro de las fronteras pactadas con Moscú y los
miembros del Pacto de Varsovia a la salida de la Segunda Guerra Mundial. Esa
promesa, como tantas otras hechas al respecto, fue luego desechada sin más
trámite. Especial mención merece el caso de Helmut Kohl (que, hay que
recordarlo, a poco de abandonar su cargo se revelaron varios escandalosos casos
de corrupción a favor de su partido, la Democracia Cristiana, y otro en
provecho propio) quien dio su palabra de que 
las tropas de la OTAN no se desplazarían “ni una pulgada” hacia el Este,
ni siquiera en el territorio de la ex República Democrática Alemana. Por
supuesto, ocurrió exactamente lo contrario. En síntesis, Bush padre y Kohl, a
cual más mentiroso. Gorbachov cayó en la trampa y procedió a retirar
unilateralmente los 380.000 efectivos soviéticos estacionados en la RDA en virtud
de un tratado firmado a fines de la Segunda Guerra (y que contemplaba un número
similar o tal vez mayor de fuerzas de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia en
Alemania Occidental donde, por ejemplo, al día de hoy Washington todavía
mantiene 40.300 efectivos).  Ni bien se
produjo la retirada de aquellas fuerzas lo primero que hicieron los gobiernos
de estos países –fervorosos amantes de la paz, por supuesto-  fue instalar las fuerzas de la OTAN en los
territorios de la antigua Alemania Oriental, demostrando con la contundencia de
los hechos que tanto Kohl como Bush padre y luego Bill Clinton eran unos
personajes despreciables, mentirosos y de una contumaz inescrupulosidad moral.

La expansión de la OTAN, entre 1949 y el 2009
Con la desintegración de la
Unión Soviética acaecida en 1991-1992 el terreno quedó despejado para avanzar
en la creación de una versión siglo veintiuno del “cordón sanitario” impuesto
contra de la joven república soviética en 1918.  En 1999 se incorporan a la OTAN  República Checa, Hungría y Polonia y ya con
George W. Bush, hijo, en el 2004 se produce una nueva expansión con la
incorporación de Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y
Eslovenia. Finalmente, en el 2009 se integran a esa coalición “rusofóbica”
Albania y Croacia.  Esto no es todo: hay
otros países que ya se encuentran en proceso de accesión a la OTAN: Bosnia-Herzegovina,
Macedonia y Montenegro, entre los más avanzados. Georgia y Ucrania, dos países
limítrofes con Rusia, están transitando por la misma vía pero aún no son
miembros de la organización.  La crisis
estallada en Ucrania es según el profesor de la Universidad de Chicago John J.
Mearsheimer consecuencia directa de la expansión de la OTAN hacia el Este y, en
menor medida, de las políticas de la Unión Europea para absorber a aquel país
en su esquema económico y, de ese modo, penetrar por la puerta trasera en
Rusia. Del argumento de Mearsheimer se infiere que en la crisis ucraniana Moscú
reaccionó igual que lo habría hecho Estados Unidos si Rusia hubiese propiciado
un “cambio de régimen” e instalado un gobierno antinorteamericano en un país
fronterizo como México. Ni más ni menos. Por eso sostiene que la crisis
ucraniana es responsabilidad de Occidente.[1]

La expansión reciente de la OTAN, luego de la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética
Como si lo anterior no fuera bastante
para tensar la relación con Rusia y precipitar una guerra en Europa el Congreso
de Estados Unidos -salvo algunas honrosas excepciones un antro de corruptos que
se venden descaradamente a los lobbies que financian sus carreras políticas- ha
aprobado una serie de sanciones económicas en contra de ese país, mismas que
fueron puestas en práctica por la Casa Blanca.[2]
La más reciente, una ley que Obama acaba de promulgar el día de hoy, autoriza
la aplicación de nuevas penalizaciones para impedir el acceso de los
principales bancos rusos a los mercados de créditos de Estados Unidos, bloquear
la transferencia de tecnologías para la exploración de recursos energéticos y
congelar los fondos de algunos aliados de Vladimir Putin y prohibir su ingreso
a los Estados Unidos. Agréguesele a esta nueva ronda de agresiones económicas
las políticas de la Casa Blanca que derrumbaron el precio del petróleo a la
mitad de su valor con el inocultable propósito de debilitar el poderío de
Rusia, Irán y Venezuela -tres países cuyos gobiernos son caracterizados por el
régimen de Obama como enemigos irreconciliables de Estados Unidos- y de paso
asestar un golpe mortal a la OPEP. Tal como lo comentara hace un par de días el
Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia,  Sergey V. Lavrov, parece haber muy fundadas
razones para creer que Washington ha adoptado una demencial estrategia de
“cambio de régimen” para acabar con el gobierno de Vladimir Putin. Pero esto no
es todo: la ley aprobada unánimemente por el Congreso, y promovida por el
impresentable senador anticastrista Bob Menéndez (sobre quien pesan gravísimas
denuncias radicadas en la justicia estadounidense) contempla un aporte de 350
millones de dólares destinados a la asistencia militar de Ucrania, 10 millones
de dólares por año durante los siguientes tres para “contrarrestar la
propaganda rusa” en Ucrania, Moldavia y Georgia y otros 20 millones, también a
desembolsar anualmente durante tres años, a los efectos de “promover la
democracia,  medios independientes,
acceso sin censuras a la Internet y para combatir a la corrupción en Rusia”.[3] 

¿Qué es esto? ¿Intervencionismo
yankee en terceros países? ¿Maniobras
desestabilizadoras? ¿Utilización de la violencia y promoción del caos? ¡Noooo! Sólo
un mal pensado puede creer en esos cuentos. Es simplemente el cumplimiento del
“Destino Manifiesto” que el Creador ha confiado en el pueblo norteamericano y
sus gobernantes: llevar la antorcha de la libertad, la democracia, la justicia
y los derechos humanos por todo el mundo, en este caso a Rusia, a quien jamás
se le perdonará haber abierto con su revolución de 1917 aquella nefasta grieta
en la historia de la humanidad. Noam Chomsky, hombre poco afecto a
elucubraciones teológicas, ha dicho que lo que los ideólogos imperiales
presentan como una graciosa concesión del Altísimo no es otra cosa que un muy
terrenal plan de dominación mundial, más ambicioso aún que el de Hitler, y que
sus ejecutores son criminales de guerra, comenzando por los presidentes de los
Estados Unidos sin excepción.[4]
Plan que para su eficaz ejecución precisa de la irreemplazable ayuda de la CIA
y sus torturas científicas, claro; o de la aplicación de bloqueos y brutales
sanciones económicas, como las que se le siguen aplicando a Cuba y que en el
pasado ocasionaron la muerte de 500.000 niños, en Irak y que, según la señora
Madelein Albright, embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas y
luego Secretaria de Estado de Bill Clinton, fue un sacrificio que “valió la
pena”. ¡Sí, valió la pena exterminar a medio millón de niños iraquíes, por el
imperdonable delito de haber nacido en ese país! La  monstruosidad de esta afirmación, ratificada
varias veces por quien la emitiera, es una muestra insuperable de la putrefacción
moral del imperio. Y de lo que nos espera si esta verdadera pestilencia llegase
a prevalecer en el planeta.

Concluyo: ¿comenzó ya la
Tercera Guerra Mundial? Los publicistas y compinches  del imperio lo niegan, pero el Papa Francisco
lo afirmó en reiteradas ocasiones. Para responder a la pregunta leamos lo que
escribió uno de los más grandes filósofos políticos de todos los tiempos,
Thomas Hobbes: “la guerra no consiste solamente en batallar, en el acto de
luchar sino … en la disposición manifiesta a ella durante todo el tiempo en que
no hay seguridad de lo contrario.” [5]  ¿Alguien puede seriamente dudar de que en Estados
Unidos existe una “disposición manifiesta” a la guerra? Y si es así, ¿no
estamos ya en guerra, o en las vísperas de ella? Disposición decía Hobbes, y
esto no es una nimiedad, que se alimenta de la insaciable necesidad del
“complejo militar-industrial-financiero” de vender y destruir  cada vez más armas y de invertir cada vez más
recursos para sostener esa excrecencia parasitaria generadora de enormes
ganancias. Y para esto hacen falta guerras, y cuantas más guerras mayor será la
rentabilidad del complejo. Una pequeña parte de sus ganancias se destina al
sostenimiento del sistema político norteamericano financiando políticos y
campañas electorales y obteniendo a cambio -en un pingüe tráfico de
influencias-  abultados subsidios,
exenciones impositivas y toda clase de beneficios para las grandes empresas del
ramo. Las elecciones en los Estados Unidos se han pervertido al punto tal que
son simples competencias para ver quién recauda más dinero de las grandes
corporaciones, dinero necesario para que algunos políticos … ¿conquisten el
poder? No, porque el poder como construcción de una correlación fáctica de
fuerzas no está sometida a la voluntad popular y a la legislación electoral. El
poder no está en cuestión. La competencia electoral es para ver quién se hará
cargo de representar, como un astuto relacionador público, los intereses de los
poderes fácticos realmente existentes presentando un rostro amable, que
despierte simpatías y distraiga a la opinión pública, como es el caso del
afrodescendiente Barack Obama, pero nada más. Las viejas democracias del
capitalismo han degenerado en belicosas plutocracias, y estas no surgen ni
necesitan de elecciones. Sólo precisa de políticos que sirvan como recargados
mascarones de proa que oculten de la vista del público la inmoralidad de sus
privilegios y prerrogativas y mantengan a los pueblos sumidos en el engaño y en
la infantil creencia de que son ellos quienes gobiernan a través de sus
representantes.

En medio de esta gigantesca
estafa  aparece la ineluctable necesidad
de la guerra, el motor que alimenta los negocios del “complejo
militar-industrial-financiero”. Un mundo en paz sería un desastre para el keynesianismo
militar norteamericano. Necesitan de la guerra, de muchas guerras. Y si no las
hay las inventan, para lo cual disponen de numerosos recursos humanos altamente
especializados en este tipo de operaciones. Para este entramado de intereses
nada puede ser más maligno que la paz, y cualquier pretexto es bueno para
combatirla. . Por eso Estados Unidos ha venido librando guerras sin solución de
continuidad desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.  Corea, Vietnam, Laos, Cambodia, Irak,
Afganistán y ahora, probablemente, Rusia y mañana China son los hitos más
trascendentes de una lista interminable, y que cada vez con más fuerza empuja a
la humanidad hacia el abismo. Todavía es posible detener esta alocada carrera,
pero cada vez hay menos tiempo para ello. Por eso estamos aproximándonos a
horas muy difíciles. La historia enseña que todas las transiciones geopolíticas
globales –y estamos inmersas en una de ellas- estuvieron acompañadas por
grandes guerras. La excepcionalidad de la situación actual reside en que, como
lo observara una vez Albert Einstein, “no sabemos con qué armas se libraría una
tercera guerra mundial, pero sí sabemos con cuales se lucharía en la cuarta, en
caso de llegar a ella: con piedras y garrotes.” [6]
  

[1] Ver su  “Why the Ukraine crisis is the West’s fault”
, en Foreign
Affairs
(Septiembre-Octubre 2014)   
http://www.foreignaffairs.com/articles/141769/john-j-mearsheimer/why-the-ukraine-crisis-is-the-wests-fault
[2]
Una fuente indispensable para calibrar los alcances de la corrupción de la
dirigencia política norteamericana es el Center
for Responsive Politics
, basado en Washington. Sus materiales pueden ser
consultados libremente en https://www.opensecrets.org/
Véase muy especialmente: “Washington Lobbying Grew to $3.2 Billion Last Year,
Despite Economy”, por Lindsay Renick Mayer. Versión en castellano: “Lobbistas
de Estados Unidos compraron el Congreso”, en http://www.atilioboron.com.ar/2011/06/el-congreso-de-eeuu-nido-de-la.html#more
[3] Peter Baker, “New Russia
Sanctions Bill Will Be Signed by Obama, White House Says”, en New
York Times
, 16 Diciembre 2014.
En http://www.nytimes.com/2014/12/17/world/europe/obama-signing-russia-ukraine-sanctions-bill
[4]
Ver de este autor su Hegemonía o supervivencia. El dominio
mundial de Estados Unidos
(Bogotá: Norma, 2004), libro en el cual
desarrolla ampliamente este razonamiento y aporta los fundamentos empíricos del
mismo.
[5]  Leviatán (México: Fondo de Cultura
Económica, 1940),  pg. 102
[6]
Sobre la transición geopolítica global de nuestro tiempo remito a mi América
Latina en la Geopolítica del Imperialismo
(Buenos Aires: Ediciones
Luxemburg, 2014), Cuarta Edición Ampliada y Revisada, en donde se examina
exhaustivamente este tema.  

5 Comentarios

  1. chenlina
  2. Anónimo
  3. FOLLADORDEPROSTIS

    Es cierto que la OTAN rompió su promesa de no expandirse hacia el este luego del fin de la guerra fría,pero la retirada de las miles de tropas sovieticas de la antigua DDR era inevitable,el gasto militar de la URSS era gigantesco e insostenible a largo plazo ,eso fue una las razones xq colapso la URSS,occidente tiene parte de la culpa de la crisis en Ucrania pero también Rusia,xq siguen armando a los separatistas del este?? xq no mencionan que el actual gobierno pro-occidental es tan corrupto como el anterior gobierno pro-ruso?

    Responder

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Sobre el Autor de este Blog

Atilio Alberto Borón (Buenos Aires, 1 de julio de 1943) es un politólogo y sociólogo argentino, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard. Actualmente es Director del Centro de Complementación Curricular de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda. Es asimismo Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del IEALC, el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe.

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