21 Enero2013
Hoy se cumplen 89 años de la muerte de V. I. Ulianov, Lenin. Vayan, como humilde homenaje al gran líder de la Revolución Rusa y al constructor del estado soviético, estas palabras que escribiéramos como introducción a la nueva edición del ¿Qué Hacer?
oportuno y necesario “retorno a Lenin” nada tiene pues que ver
con un regreso al
codificado por los académicos soviéticos; sí con una fresca
relectura del
político, intelectual y estadista que con la Revolución Rusa abrió
una nueva
en la historia universal. Regresar a Lenin no significa pues volver
sobre un texto
momificado y apergaminado, sino regresar a un inagotable manantial
del que
preguntas e interrogantes que conservan su actualidad e importancia
en el
actual. Interesan menos las respuestas concretas y puntuales que el
ruso ofreciera en su obra que las sugerencias, perspectivas y
encuadres
en la misma. No se trata de volver a un Lenin canonizado porque éste
ya no
Saltó por los aires junto al derrumbe del estado que lo había
erigido en un icono
burdo como inofensivo, inaugurando la oportunidad, primera en muchos
años, de
al Lenin original sin la ultrajante mediación de sus intérpretes,
comentaristas y
Claro que el derrumbe del mal llamado “socialismo real” arrastró
consigo,
un movimiento muy vigoroso, a toda la tradición teórica del
marxismo, y de la cual
es uno de sus máximos exponentes. Afortunadamente ya estamos
asistiendo a la
de dicho proceso, pero aún queda un trecho muy largo que transitar.
Por otra
tampoco se trata meramente de volver porque nosotros, los que
regresamos a las
ya no somos los mismos que antes; si la historia barrió con las
excrecencias
que habían impedido captar el mensaje de Lenin adecuadamente, lo
mismo
con los dogmas que nos aprisionaron durante décadas. No la
certidumbre
acerca de la superioridad ética, política, social y económica del
comunismo
forma superior de civilización, esa que abandonaron los fugitivos
autodenominados
sino las certezas marginales, al decir de Imre Lakatos, como por
las que instituían una única forma de organizar el partido de la
clase obrera, o
determinada táctica política o que, en la apoteosis de la
irracionalidad, consagraban
nuevo Vaticano con centro en Moscú y dotado de los dones papales de
la infalibilidad
todo lo relacionado con la lucha de clases. Todo eso ha desaparecido.
Estamos
los comienzos de una nueva era. Es posible, y además necesario,
proceder a
nueva lectura de la obra de Lenin, en la seguridad de que ella puede
constituir un
valiosísimo para orientarnos en los desafíos de nuestro tiempo. Se
trata de un
creativo y promisorio: no volvemos a lo mismo, ni somos lo mismo, ni
tenemos
misma actitud. Lo que persiste es el compromiso con la creación de
una nueva
con la superación histórica del capitalismo. Persiste también la
idea de la
integral del socialismo y de la insanable injusticia e inhumanidad
del
y la vigencia de la tesis onceava de Marx sobre Feuerbach que nos
invitaba
sólo a interpretar el mundo sino a cambiarlo radicalmente.»
de “Actualidad del ¿Qué
Hacer?”, estudio
introductorio a V. I. Lenin,
¿Qué
Hacer?
(nueva
edición del texto clásico de Lenin publicado por Ediciones
Luxemburg, Buenos Aires, 2004)
Como interesado en la historia, durante mi estadía en Finlandia, entre 2009 y 2012, tuve el placer de conocer el lugar donde Lenin conoció a Stalin en 1905 en Tampere, la segunda ciudad de ese país nórdico. Conocida como "la ciudad roja" por haberse constituído en bastión de la izquierda durante la guerra civil finlandesa de 1918, aún quedan huellas de las numerosas plantas fabriles que albergaba, desde el ramo textil hasta NOKIA, nacida, en realidad, como fabricante de neumáticos y hoy una empresa de comunicaciones globalizada. El lugar de aquel encuentro de quienes serían los dos primeros líderes soviéticos, es hoy museo, en el que se mantienen fielmente los lugares donde Lenin trabajaba, comía y dormía. Conviene recordar que fue Lenin quien le había prometido y finalmente le concedió su independencia a Finlandia, cuando llegó al poder en Rusia. Luego de haber pertenecido seis siglos a Suecia, Finlandia pasó a constituirse en un Gran Ducado Ruso desde 1809, con Napoleón, hasta su independencia en 1917.