América Latina en la geopolítica del imperialismo: nota crítica
octubre 10, 2014

10.10.2014

COMPARTO la segunda parte de la recensión crítica sobre mi libro hecha por Gilberto López y Rivas, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México. Va de suyo mi agradecimiento a Gilberto por el tiempo y la dedicación empleada en realizar una cuidadosa lectura crítica de mi libro.

Abrazos,

Atilio

La Jornada

10 de Octubre de 2014
Gilberto López y Rivas /II

América Latina
en la geopolítica del imperialismo
En el análisis histórico que hace Atilio Boron en su libro América
Latina en la geopolítica del imperialismo, 
coincido con él en torno al
impacto genocida y etnocida de la conquista ibérica en nuestro subcontinente,
la cual –afirma– “arrasó y destruyó las viejas formaciones sociales y
estableció un nuevo tipo histórico de sociedad, creando una nueva y
contradictoria identidad y, al mismo tiempo, produciendo un trauma que cinco
siglos más tarde todavía está a flor de piel”. No obstante, no estoy de acuerdo
con su opinión de la obra de Octavio Paz, El laberinto de la
soledad, 
que califica de “notable”, cuando, en realidad, y en su
momento, fue considerada un ejemplo de extrapolación y reduccionismo
sicologista. Incluso se comentaba que Paz, como historiador y antropólogo, era
muy buen poeta.
Muy importante es el tema de la militarización de la política exterior
de Estados Unidos y su impacto en América Latina, que tiene su contrapartida al
interior de la metrópoli imperialista, con el recorte de los derechos civiles y
las libertades ciudadanas. Es demostrativo que para 2010 el gasto militar de
ese país superaba el de todos los países del planeta. Asimismo, el número de
bases militares en al menos 128 naciones ascendía en 2011 a mil 180, a las que
hay que agregar las más de 4 mil bases en el territorio estadunidense y las
pequeñas bases secretas llamadas nenúfares. América Latina y el Caribe se
encuentran rodeados de bases militares y la IV Flota ha sido reac­tivada. Sus
objetivos más inmediatos son derrocar a los gobiernos progresistas (Cuba,
Venezuela, Bolivia, Ecuador) y controlar el acceso a las enormes riquezas
concentradas en la región para mantener su irracional y despilfarrador patrón
de consumo. Esta militarización también tiene su contrapartida en la fuerte
tendencia hacia la criminalización de la protesta social en los países del
área.
Son muy convincentes las posiciones del autor en torno a la polémica
entre pachamamismo y extractivismo, a partir de la constatación del grave
problema que enfrenta la humanidad con la destrucción de los ecosistemas.
Atilio expone objetivamente los duros reproches a los gobiernos progresistas de
la región, desde la izquierda, que cuestionan su extractivismo y paralelamente
cita a Evo Morales preguntando: “¿Y de qué va a vivir Bolivia si no explota sus
recursos naturales? ¿Cómo superaremos un retraso que viene de siglos si
carecemos de los más elementales recursos para invertir en desarrollo social?”
Frente a estas contradictorias perspectivas, el autor opina que el pachamamismo
como política radical de conservación de la naturaleza, de su práctica
intangibilidad, coloca a los gobiernos de izquierda y centroizquierda ante un
callejón sin salida. Afirma que la crítica al pachamamismo, considerado
inviable, no debe ser interpretada como un aval al extractivismo, difícilmente
soslayable en el corto plazo, aun para los gobiernos de izquierda. Sostiene que
no es posible defender los derechos de la Madre Tierra sin que al mismo tiempo
se elabore un argumento teórico y práctico acerca de la necesidad histórica de
fundar una nueva sociabilidad inequívocamente poscapitalista. Aduce, con razón,
que se propone una crítica abstracta al desarrollo para quedar luego en
silencio a la hora de explicitar lo que sería la “alternativa al desarrollo”.
Así, para el autor, la única opción que aparece en el horizonte es una
revolución anticapitalista, al mismo tiempo que resalta los enormes riesgos que
implica asumir posturas de “dogmática intransigencia” que hacen caso omiso de
las enormes dificultades que conlleva la creación de un nuevo orden económico,
político y social.
Estando de acuerdo con estas posiciones, aplicables en aquellos casos en
los que realmente se están haciendo esfuerzos por generar trasformaciones que
conlleven la construcción de poder popular, no resultan igualmente categóricas
cuando se trata de analizar proyectos específicos, como, por ejemplo, el del
complejo hidroeléctrico Belo Monte, que tanto Lula como Dilma han apoyado en
sus respectivas presidencias, y que ocasionaría la destrucción del hábitat de
etnias y ecosistemas localizados en el río Xingú, en el estado de Pará,
proyecto, por cierto, que serviría principalmente para subsidiar con energía a
las empresas privadas dedicadas a la exportación de aluminio. ¿Qué pensar del
proyecto inconsulto de un canal en Nicaragua, que traería también graves
consecuencias ambientales, políticas, étnicas y sociales?
Me parecen muy acertadas las menciones del autor a lo largo de la obra
acerca del papel de México como gendarme territorial de Estados Unidos y como
facilitador del saqueo de los recursos naturales y estratégicos, a través del
TLC, ASPAM y la Iniciativa Mérida. Sus referencias acerca de la desintegración
nacional y la violencia desatada a escala desconocida desde la Revolución de
1910, por el control del narcotráfico de amplios territorios de la República,
son muy importantes para conocer la naturaleza delincuencial del Estado
mexicano, profundamente penetrado por el crimen organizado. Coincido con
recalcar el papel del gobierno de México como parte del corredor
contrainsurgente o reaccionario para contrabalancear el influjo de la
izquierda, radical o moderada, sobre la vertiente del Pacífico. También es
significativa su referencia acerca de la penetración de la CIA, la DEA y la
FBI, y de las fuerzas armadas estadunidenses en México, destacando que
militares y policías están al servicio de la “seguridad nacional” de Estados
Unidos.
En sus palabras finales advierte que la lucha de nuestros pueblos por la
autodeterminación nacional y la construcción de una genuina democracia será
ardua y prolongada, y en América Latina, región prioritaria para el
imperialismo, tendrán lugar los combates decisivos. El autor asegura que en la
hora actual debemos estar preparados para lo que algunos especialistas llaman
“el escenario del peor caso”. Sostiene que “nos espera una cruenta lucha que se
librará en varios frentes: el político, el militar, el económico y también el
ideológico”. El libro reseñado, sin duda, es un instrumento imprescindible para
esta lucha.

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geopolítica del imperialismo

4 Comentarios

  1. chenlina
  2. Anónimo
  3. Hua Cai

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Sobre el Autor de este Blog

Atilio Alberto Borón (Buenos Aires, 1 de julio de 1943) es un politólogo y sociólogo argentino, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard. Actualmente es Director del Centro de Complementación Curricular de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda. Es asimismo Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del IEALC, el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe.

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