La idea de que descendemos de los barcos es el reverso de la medalla, que en su anverso muestra la Campaña del Desierto. Este nombre, como la Conquista del Oeste de EEUU, oculta un genocidio pues si para ocupar un territorio hacía falta una campaña era porque allí había comunidades originarias instaladas desde hacía siglos. Basta recordar la toponimia de este país: Bariloche, Carhué, Cutral-Có, Ibicuy, Mburucuyá, Carapachay, Amaicha, Aimogasta, Jáchal, Uco, Oberá, Calilegua, La Quiaca y paro porque me exaspera tanto negacionismo. Basta con repasar los nombres de estos lugares, en lo que sería una lista interminable para comprobar claramente la presencia de tantas comunidades originarias en el territorio de lo que siglos más tarde sería la Argentina.
Toda América se construyó sobre el exterminio o el sometimiento de los pueblos originarios, y la Argentina no es excepción, aunque este hecho sea negado por la historia oficial. Esas comunidades originarias no tuvieron el fabuloso esplendor de los Incas, los Mayas o los Aztecas pero su existencia era incuestionable. Fuimos una sociedad multicultural desde la época de la colonia hasta hoy, y hay que dejar de lado el colonialismo mental de considerarnos europeos y asumir nuestro mestizaje étnico como un fecundo patrimonio cultural.
POR UNA ARGENTINA TROPICAL, PAGANA E IGUALITARIA
“Lo importante no es de dónde vienes, lo importante es a dónde vas…(Javier Martínez)
Las naciones modernas tienden, en general, a ser naciones políticas, no étnicas, ni religiosas y menos aún raciales, obviamente que existen retrocesos, pero si quieren ser naciones modernas deben seguir el camino político.
Tanto la religión, la cultura, la tradición y hasta la biología, suelen estar dentro de las naciones, incluso hay países que basan su concepto de nación en términos religiosos, otras también como resabios del siglo XIX biologizan la nacionalidad, llegando a plantear estados derivados de la genética, como lo hacía el mundo anglosajón y la Alemania nazi. Tampoco debemos ir muy lejos para comprobar esto, nuestro “gran educador” Domingo F. Sarmiento planteaba algo muy similar.
El “origen” de las naciones es algo importante para su consolidación, pero no es algo definitivo, porque la nación no es solo su “origen”, su tradición, su pasado. La existencia nacional se construye día a día porque es una decisión política. Lo que sucede es que muchas veces la organización colectiva de la nación debe crear alguna base ideológica para justificar y organizar esa colectividad nacional; pero esto no debe hacernos confundir “nación” con folklore, literatura, tradición, genética, o religión. Estas cosas constituyen a una nación, pero una nación es mucho mas que eso, y se constituye por su existencia, y no solo por su origen.
Nosotros, no somos argentinos por el “origen” de nuestro pueblo, somos argentinos porque nacimos acá y formamos parte de esta nación llamada argentina. La nación es una singularidad, no es una universalidad, por eso siempre toda construcción de una nación política choca con tres enemigos universalistas fundamentales: Los imperios (hoy imperialismos), las religiones y los financistas. Estos son los tres enemigos fundamentales de una nación política. Casi, hasta se podría decir que, si una nación no tiene a estos tres enemigos, no es una Nación, y es mas probable que sea un “invento” de estos tres poderes mundiales.
Todo esto está claro para los argentinos, o por lo menos para la gran mayoría de ellos. Porque somos una nación moderna, joven, política, no un amontonamiento religioso o racial puro, una nación que puede tener variedad étnica, religiosa y “de origen” pero que tiene claro también que no se reduce solo a eso. La pureza en términos nacionales suele conducir a nacionalismos aberrantes, reaccionarios, mas preocupados por su pasado que por su presente y futuro. No hay crimen que no se cometa en nombre de alguna pureza. Los ejemplos abundan.
Por supuesto que todo esto está en discusión, no todas las construcciones nacionales siguieron el camino argentino.
La argentina es una nación periférica, de desarrollo (o subdesarrollo) intermedio. Como toda nación periférica no ha completado totalmente su construcción nacional y por lo tanto su nacionalidad se ve enfrentada a los avatares y las “turbulencias” de los imperios de turno. Pero, de todas maneras, y a pesar de eso, estamos construyendo un presente y un futuro nacional moderno, alejados de la barbarie europea y el salvajismo de “tierra santa”. Esperemos seguir haciéndolo. (ahp) me gustaría si tenes tiempo alguna critica de esto. abrazos
Exacto ! Un lamentable comentario de Alberto q nos sitúa en el trance de tener que explicar cosas que en el siglo xxi deberían ser incuestionables: la compensación por toda la acumulación originaria de riqueza
realizada por las potencias europeas y norteamericanas a costa de nuestras culturas. Abrazo desde Uruguay.
Agradezco tan sintética y clara reseña de tantas terribles maldades e intentos de matar nuestra identidad. Tanto mi esposo como yo tenemos uno de nuestros abuelos que no renegaron de ser quienes somos y, por ellos, conocimos nuestra raíz, costumbres, comidas, tradiciones… por supuestos que en secretos compartidos de tal forma que nunca creímos que eran secretos… eran nuestras historias. Gracias Atilio Boron.
Claramente la nota hace referencia al desafortunado comentario que hizo el presidente Alberto Fernández durante la semana que cayó muy mal en la izquierda y fue aprovechado por la derecha que luego de negar la existencia de los pueblos originarios, ahora sale en su defensa únicamente para cuestionar a Fernández.
No es un tema sencillo y no debemos tener en cuenta únicamente el genocidio provocado por europeos en nuestro suelo americano. Está claro que existió y aún no podemos calcular bien la cantidad de muertos, de si superan los 5 o 50 millones. Sumado a esto, la servidumbre que sufrieron los pueblos originarios y haber ocupado la escala más baja de la sociedad colonial, es otro claro drama que aconteció en América. Recordemos que los «indios» ocupaban la escala más baja, junto a esclavos, en la sociedad colonial y eso incluía también prohibiciones para vestirse. Las independencias mejoraron en parte la situación de estos pueblos originarios e incluso hasta gran parte del siglo XX la palabra «indio» significaba un insulto que llevaba a que los jóvenes no quisieran ser identificados con sus comunidades. No debemos dejar de nombrar tampoco el asesinato masivo que significaron las llamadas «Conquistas del desierto», o «masacre de Napalpy», entre otras.
Por todo esto es que siempre nos ubicamos en su defensa como lo hicimos en el caso de los mapuches, cuando reclamamos por la vida de Santiago Maldonado, por ejemplo.
Sin embargo, ese análisis no debe negar una serie de complejidades de ese sujeto social, de hombres y mujeres de los pueblos originarios. Recordemos que antes de la Conquista del desierto había cerca de 2.000 mujeres raptadas durante los malones que en las tribus eran tratadas como semi-esclavas, por ejemplo. Con esto, no pretendo ponerme en una posición desde la cuál puedo señalar actitudes positivas pero otras negativas que terminan justificando las represiones. Lo que pretendo es reflexionar sobre un sujeto social y sus complejidades. Como no soy especialista en el tema, recomiendo los textos de Mandrini.
Por otro lado, no está bien pensar a la Argentina como «crisol de razas», es decir el concepto elaborado desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX que planteaba que nuestro país era un lugar de convivencia sin problemas de distintas culturas y etnias. Si nos comparamos con otros países, está bien, pero tenemos que tener en cuenta que aún hoy hay formas de exclusión de gente que pertenece a comunidades de pueblos originarios. Al mismo tiempo, también italianos, españoles y judíos, entre otros, sufrieron formas de desprecio social cuando llegaron a nuestro país. Porque, un dato no menor, a la Argentina vinieron seis millones de personas de Europa y Asia entre 1870 y 1930 de los que se quedaron cuatro millones. En 1870 nuestro país contaba con un millón de habitantes. Los censos de 1895, 1914 y hasta 1947 reflejan un alto componente de extranjeros en Argentina, llegando los primeros al 47 por ciento. Por eso, no podemos negar que muchos de los argentinos y de las argentinas bajaron de los barcos. Otro dato a tener en cuenta es que hasta la mitad del siglo XX, estos extranjeros formaron el 80 por ciento de la clase trabajadora de nuestro país. Está claro que muchos trajeron sus prejuicios y actitudes que podríamos llamar racistas, pero lo más claro es que fueron gente que se esforzó y fue explotada también por argentinos y extranjeros. Por cierto, este otro sujeto social que en gran medida se fue mezclando con el anterior porque por suerte en nuestro país no hubo tan marcadas formas de generar ghetos en las ciudades, es complejo y lleno de contradicciones al igual que los otros nombrados antes.
Por todo esto. Está claro que la desafortunada frase de Alberto Fernández nos debería permitir a pensar en todo esto y no idealizar ni a unos ni a otros porque, incluso, ese ejercicio de reflexión histórica nos debería llevar a pensar de otras maneras a nuestras y nuestros contemporáneos de nuestro país.
Paulo Menotti
No será que el se refería a los porteños?
Gracias por sus enseñanzas Atilio. Un enorme abrazo desde Perú.
Díselo una y otra vez, por más progre sea la persona. El colonialismo mental puede expresarse en cualquier momento, sea ante un presidente europeo o ante el comunacho. Agradecido por las precisiones apreciado amigo y compañero de causas justas. Fraternal saludos desde estas tierras guaraní del Paraguay
CLARO, CONCISO Y CONTUNDENTE!!!!
SOMOS UNA SOCIEDAD
MULTICULTURAL!!!
Las naciones iberoamericanas divididas y enfrentadas son inviables y el CONTINENTE DEBE UNIRSE. La BASE POLÍTICA del Continentalismo es la ALIANZA ESTRATÉGICA DE ARGENTINA Y BRASIL. La BASE CULTURAL es el lenguaje (español y portugués), la religión católica (no existen las guerras étnicas) y la historia compartida. La BASE GEOPOLÍTICA es el enemigo compartido en el imperio anglosajón. La BASE SOCIAL debe ser la unidad de los pueblos y la lucha por la dignidad del trabajo y el combate al subdesarrollo. La unidad es viable solamente con el respeto a la autodeterminación de los pueblos y a las particularidades de cada región. El EMBAJADOR SCIOLI acierta al intentar construir lazos con el Brasil hoy gobernado democráticamente por Bolsonaro (guste o no). Se confunde (error ingenuo) el sector del gobierno que permanentemente agrede al Presidente (es una forma de agredir a su pueblo). LAS RELACIONES INTERNACIONALES SON POLÍTICAS, ANTES QUE IDEOLÓGICAS