Partió Marta Harnecker. Soltó amarras y salió a navegar por nuevos mundos llevando intacta su vocación revolucionaria. Nos deja un ejemplo luminoso, para mi generación -que es la de ella-y para la de quienes nos vienen siguiendo. Marta fue una bellísima persona: íntegra, valiente, rebelde, estudiosa profunda y comprometida. Una intelectual marxista en el más estricto sentido del término. Rigurosa en sus análisis, firme en sus convicciones, pero siempre abierta al diálogo y la deliberación colectiva. Tuve la suerte de conocerla en Chile y dialogar en torno a su visión del marxismo, exponerle mis reparos con relación a la lectura que Louis Althusser (su tutor de estudios en Francia) hacía de Marx, así como examinar las peculiaridades de la coyuntura chilena en esos años finales de la década del sesenta. En los momentos en que al calor del debate las discrepancias se acentuaban siempre afloraba su sonrisa y con su afinado sentido del humor disipaba cualquier duda y ratificaba, de ese modo, que ambos compartíamos la misma trinchera en la lucha de clases.
Su pensamiento era abierto, profundamente antidogmático, y su capacidad de aprender -sobre todo aprender desde las experiencias de luchas de las clases y capas populares y no sólo de los libros- me atrevería a decir que era inigualable. Como si lo anterior fuera poco, con su libro Conceptos Elementales del Materialismo Histórico Siglo XXI, 1968) realizó un aporte de primer orden a una izquierda latinoamericana que en esos años había sido ganada por una cierta subestimación por la reflexión teórica, postergada en aras de un activismo inmediatista que no cesaba de cosechar derrotas. Como lo explica en las palabras introductorias de ese libro el objetivo para el cual lo escribió fue “procurar (a los militantes revolucionarios) instrumentos de trabajo intelectual, es decir, los conceptos teóricos necesarios para el conocimiento científico de su realidad concreta, ya que sabemos que sólo un conocimiento científico de ella permitirá transformarla.” ¡Y vaya que logró su objetivo! Su libro fue re-editado en innumerables oportunidades y permitió que centenares de miles de activistas accedieran –y fuera educados por Marta- al conocimiento de las principales tesis del pensamiento marxista, combinando una reflexión teórica sobre la estructura y funcionamiento del capitalismo con aportaciones relativas a los instrumentos necesarios para un correcto análisis de las coyunturas y las correlaciones de fuerza, sin lo cual nada puede ser cambiado. En su obra Marx, Engels, Lenin, Gramsci, el Che y Fidel se entrelazan en una síntesis brillante y didácticamente expuesta. Tarea que cuando el Chile de Salvador Allende iniciaba su travesía fue reforzada con la publicación de sus Cuadernos de Educación Popular en donde con un lenguaje claro y despojado de todo academicismo y con ilustraciones muy pertinentes el análisis marxista era puesto al alcance del campesino, del poblador, de la mujer proletaria, de los jóvenes desahuciados por el sistema. Porque Marta siempre supo que el marxismo sólo sería históricamente productivo si se encarnaba en el alma popular y que para eso había que exponer sus principales conceptos y teorías con un lenguaje accesible para el pueblo. Sin ese arsenal teórico mal podría librarse la batalla contra el imperialismo y sus agentes locales. De ahí nacía su incansable tarea pedagógica. Por rescató al marxismo de los claustros y los debates entre los iniciados y bregó por convertirlo en un saber popular, inspirada en una empresa similar que casi un siglo antes había sido realizada por Friedrich Engels con la publicación del Anti-Duhring.
Incansable, Marta luchó por el socialismo y la revolución hasta el final de sus días. Partió, pero dejó una obra perdurable, imperecedera. Un legado extraordinario para nuestros pueblos y sus luchas emancipadoras. ¡Gracias por tu ejemplo y tu coherencia intelectual y política! En tiempos donde el escapismo y eclecticismo posmoderno hace estragos en las conciencias de los pueblos y en los sujetos de la revolución tus enseñanzas serán un poderoso antídoto para mantener en alto las banderas de la revolución. ¡Hasta la victoria siempre, Marta
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