Frei Betto y la inigualable hipocresía de Occidente
marzo 23, 2011
Gadafi y las potencias occidentales
Frei Betto
 
Las potencias occidentales, lideradas por los Estados Unidos, se hacen
de la boca gruesa en defensa de los derechos humanos en Libia. ¿Y las
ocupaciones genocidas de Iraq y de Afganistán? ¿Quién dobla las
campanas por un millón de muertos en Iraq? ¿Quién lleva a la Corte
Internacional de Justicia de la ONU a los asesinos confesos en
Afganistán y a los responsables … (clic abajo en Más información) 

de crímenes de lesa humanidad? ¿Por
qué el Consejo de Seguridad de la ONU no dice una palabra contra las
masacres practicadas contra los pueblos iraquí, afgano y palestino?

El interés de los EE.UU. y de la Unión Europea no es la defensa de los
derechos humanos en Libia. Es asegurar el control de un territorio que
produce 1,7 millones de barriles de petróleo al día, de los cuales
depende la energía de países como Italia, Portugal, Austria e Irlanda.

El caso de Iraq es ejemplar: los Estados Unidos inventaron las nunca
encontradas ’armas de destrucción masiva’ de Sadam Husein para ejercer
el control sobre un país que es el segundo mayor productor mundial de
petróleo -2,11 millones de barriles-, sólo superado por Arabia
Saudita. Y posee una reserva calculada en 115 mil millones de
barriles. A esa riqueza se le suma el hecho de ocupar una posición
geográfica estratégica, pues tiene fronteras con Arabia Saudita, Irán,
Jordania, Kwait, Siria y Turquía.

El próximo 20 de marzo se cumplen ocho años que los EE.UU. y sus
adláteres invadieron Irak con el pretexto de ‘establecer la
democracia’. El gobierno de Maliki está lejos de poder ser considerado
una democracia.  En febrero pasado millares de iraquíes salieron a las
calles para reclamar trabajo, pan,  electricidad y agua potable. El
ejército los reprimió brutalmente, habiendo muertos, heridos,
detenciones arbitrarias y secuestro de activistas. Ninguna potencia
mundial reclamó en favor de los derechos humanos ni sugirió a Maliki
que respondiera ante tribunales internacionales.

La ONU es hoy, lamentablemente, una institución desacreditada. Los
EE.UU. la utilizan para aprobar resoluciones que justifiquen su papel
de policía global al servicio de un sistema injusto y excluyente.
Cuando la ONU aprueba resoluciones que contrarían a la Casa Blanca
-como la condena del bloqueo a Cuba y la opresión de los palestinos-
ella sencillamente hace oídos sordos.

Gadafi está en el poder desde 1969. Son 42 años de dictadura. ¿Por qué
los EE.UU. y la Unión Europea nunca hablaron de quitarlo? Porque, a
pesar de sus atentados terroristas, era conveniente mantener allí a un
déspota que atraía inversiones extranjeras e impedía que llegasen a
Europa los inmigrantes ilegales del África subsahariana, o sea todos
los países al sur del desierto del Sahara.

Ahora que el pueblo libio clama por la libertad los EE.UU. ocupan
posiciones estratégicas en el Mediterráneo. Barcos anfibios, aviones y
helicópteros son transportados por los barcos de guerra US Ponce y US
Kearsarge. La Unión Europea, a su vez, no está preocupada por la
democracia en Libia sino por evitar que miles de refugiados
desembarquen en sus países deteriorados por la crisis financiera.

Temen también que la onda libertaria que asola a los países árabes,
productores de petróleo, suban el precio del producto, recargando más
a las potencias occidentales, que luchan con dificultad para vencer la
crisis del sistema capitalista.

Se habla de establecer una ‘zona de exclusión aérea’ en Libia. Eso
significa bombardear los aeropuertos del país y todos los aviones allí
estacionados. Y exige el envío de portaviones a las costas africanas.
En suma, un nuevo frente de guerra.

El hecho es que la Casa Blanca fue sorprendida por el movimiento
libertario en el mundo árabe y, ahora, no sabe cómo proceder. Era más
cómodo seguir siendo cómplice de los regímenes autoritarios a cambio
de las fuentes de energía, como gas y petróleo. ¿Pero cómo oponerse al
clamor por la democracia y evitar el peligro de que el gobierno de
dichos países pueda caer en manos de fundamentalistas?

Gadafi llegó al poder con amplio apoyo popular al derribar el régimen
tiránico del rey Idris, en 1969. Mordido por la mosca azul, con el
tiempo olvidó todas las promesas libertarias que había hecho. En 1974,
valiéndose de la recesión mundial, expulsó a las empresas
occidentales, expropió propiedades y promovió una serie de reformas
progresistas que hicieron mejorar la calidad de vida del pueblo libio.

Asociada a la Unión Soviética, a partir de 1993 Gadafi dio la
bienvenida a las inversiones extranjeras. Tras la caída de Sadam,
temiendo ser el siguiente de la lista, firmó acuerdos para erradicar
las armas de destrucción masiva e indemnizó a las víctimas de sus
atentados terroristas. Se erigió en un perseguidor feroz de Osama Bin
Laden. Pidió ingresar al FMI, creó zonas especiales de libre comercio,
abrió el país a las transnacionales del petróleo y eliminó los
subsidios a los productos alimenticios de primera necesidad. Inició el
proceso de privatización de la economía, lo que hizo aumentar el
desempleo a cerca del 30% y agravarse la desigualdad social.

Gadafi mereció elogios de Tony Blair, de Berlusconi, de Sarkozy y de
Zapatero. Igual que a Occidente, le desagradó la expulsión de los
gobiernos tiránicos de Túnez y Egipto. Ahora dispara contra un pueblo
desarmado que aspira a sacarle del poder.

Para las potencias occidentales Gadafi se convirtió en una carta
rebelde de la baraja. El problema ahora es cómo echarlo del poder sin
abrir un nuevo frente de guerra y convertir a Libia en un
‘protectorado’ bajo control de la Casa Blanca. Si Gadafi se resiste,
Bin Laden puede ganar más de un aliado o, al menos, tener uno más en
materia de amenazas terroristas.

El discurso de Occidente es la democracia. El interés, el petróleo. Y
para el capitalismo sólo eso interesa: privatizar las fuentes de
riqueza. En cuanto a la lógica de que el capital predomine sobre la
libertad, Occidente nunca conocerá verdaderas democracias, aquellas en
las que la mayoría del pueblo decide los destinos de la nación.
(Traducción de J.L.Burguet)

– Frei Betto es escritor, autor de “Diario de Fernando. En las
cárceles de la dictadura militar brasileña”, entre otros libros.
http://www.freibetto.org/>    twitter:@freibetto.

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Sobre el Autor de este Blog

Atilio Alberto Borón (Buenos Aires, 1 de julio de 1943) es un politólogo y sociólogo argentino, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard. Actualmente es Director del Centro de Complementación Curricular de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda. Es asimismo Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del IEALC, el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe.

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