Página/12, 11 de Agosto de 2007
«Evo plebiscitado»
(Por Atilio A. Boron) Si bien al cierre de esta nota no había cifras
oficiales definitivas lo cierto es que el rotundo triunfo de Evo –se
estima que rondará en torno al 60 porciento, superando la
votación obtenida en Diciembre del 2005- permite extraer algunas
interesantes conclusiones.
Primera: que como ya fue advertido por la oposición, la
ratificación del mandato de Evo Morales no pondrá fin a las
hostilidades, los chantajes, las agresiones y las políticas
desestabilizadoras de la derecha boliviana. Máxime cuando al
menos dos de los cuatro prefectos de la “media luna” fueron
también ratificados. La derecha jamás juega todas sus cartas en la
arena institucional y/o legal. La idea de que este actor es un
“opositor leal”, respetuoso de la institucionalidad es una ficción tan
ingenua como peligrosa. Pese a las renovadas credenciales de Evo
como el presidente con mayor legitimidad popular de la historia
boliviana la derecha no cesará de conspirar hasta provocar su
caída, acabar con su vida o consumar la partición del país.
Segunda lección: tomar nota del descarado protagonismo del
imperialismo norteamericano, que desmiente el remanido discurso
oficial de la Casa Blanca sobre la irrelevancia de América Latina.
Tal como lo denunciaran Evo Morales y el Premio Nóbel de la Paz
Adolfo Pérez Esquivel el embajador de Estados Unidos, Philip S.
Goldberg, se convirtió en el gran articulador de una oposición
cuyo principal factor de cohesión es su racismo y su odio visceral
hacia los pueblos originarios de Bolivia y que, por eso mismo,
requiere los servicios de un procónsul imperial para otorgarle
organicidad y eficacia a sus iniciativas. Sólo en el 2007 la USAID
desembolsó 124 millones de dólares en “ayudas” de diversos tipo a
la “sociedad civil” boliviana, la mayoría canalizada a través de los
gobiernos de los departamentos de la “media luna” y múltiples
programas de entrenamiento en el arte del “good governance”
impartido en Estados Unidos a autoridades locales y
departamentales de esa región, con el obvio propósito de solidificar
la oposición a Morales y preparar la administración pública
departamental para una eventual escisión. Otras agencias de
Washington también hicieron lo suyo: la National Endowment for
Democracy, por ejemplo, colaboró con un aporte de 600.000
dólares ese mismo año para “capacitar” políticamente a la
oposición.
Tercera y final: la necesidad imperiosa de que Evo salga a
disputarle la calle a la derecha y pasar a la ofensiva haciendo una
gran convocatoria popular para torcerle la mano a una oposición
que no oculta sus planes de “tumbar” al presidente. Ceder
posiciones, máxime después de un triunfo como éste, significará,
debilitar aún más a Evo, cuya capacidad para transitar el territorio
boliviano ya está seriamente menoscabada por el accionar violento
de la derecha. Pensar que se podrá apaciguar a quienes llaman a
la sedición apelando a la mecánica parlamentaria sólo conseguirá
agigantar la fuerza de la oposición, que se mueve a sus anchas en
el parlamento y en la calle. Para esto Evo tendrá que acelerar y
profundizar su proceso de reformas estructurales, condición
imprescindible para la supervivencia de su gobierno. De este modo
logrará: (a) motivar, movilizar y organizar a sus seguidores, que
son la mayoría del país; (b) deslegitimar al infantilismo
ultraizquierdista que lo acosa y que juega objetivamente para la
derecha; y (c) demostrarle a esta última y a sus mandantes del
imperio que una epopeya histórica como la protagonizada por el
pueblo boliviano al ungirlo como presidente no podrá ser
desbaratada tan fácilmente, y que aquél estará preparado para
librar las batallas que sean necesarias para preservar sus
conquistas.
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