Bachelet y la refundación de la democracia en Chile
noviembre 23, 2013

¡Hola! Comparto nota que me publicara en el día de ayer ALAI sobre las elecciones en Chile y las tareas que deberá enfrentar Bachelet si quiere refundar la democracia en Chile.

ALAI, América Latina en Movimiento
2013-11-22

Chile

Bachelet y la necesaria refundación de la democracia

Atilio Boron


Nadie debería sorprenderse por los principales resultados de las elecciones del domingo pasado en Chile: derrota oficialista, victoria amplia pero insuficiente de Michelle Bachelet y masivo abstencionismo electoral.
 
Numerosos estudios de opinión pública realizados a lo largo de los últimos años ponían en evidencia la apatía política reinante en una parte considerable de la ciudadanía.
 
Un politólogo chileno, Juan Carlos Gómez Leyton, viene sosteniendo desde hace un tiempo la tesis de que en Chile no sólo existe una economía neoliberal sino que ese cáncer ha hecho metástasis y el propio país se ha convertido en una sociedad neoliberal, signada, entre otras cosas, por el mayor índice de desigualdad económica de América Latina.
 
 Ahora bien: una sociedad de este tipo tiene como rasgos principales la despolitización, la apatía ciudadana y el desinterés por la cosa pública, El neoliberalismo primero avasalla y después desnaturaliza a la política reduciéndola a la mera gestión “técnica” de la economía. Consecuencia: la democracia degenera en tecnocracia. Y si de cuestiones técnicas se trata el vulgo tiene poco o nada que decir. Sólo los expertos deben hablar, y a la ciudadanía se le ordena que se ocupe de sus propios asuntos y que canalice sus ansias de participación, si es que las tiene, con frenéticos paseos de compras por los shoppings. Su obligación no es ejercer el autogobierno o la soberanía política porque tales cosas son fantasmas de un pasado que ya fue.
 
La única soberanía concreta, tangible, es la del consumidor y se realiza en el mercado y no en la esfera política. El ideal, inspirado en la polis ateniense, de ciudadanos activamente participantes en el proceso político es un melancólico anacronismo en una época del desarrollo capitalista en la que quienes votan, como mordazmente lo recuerda George Soros, son los mercados.
 
No sólo votan sino que, para colmo, lo hacen todos los días mientras que a los ciudadanos se los convoca cada dos años a un nada apasionante ritual en el cual la oferta política abrumadoramente mayoritaria, sobre todo en el caso chileno, es conservadora y las principales alianzas partidarias pugnan por hacerse dueñas del “centro” político, garantía infalible de que nada importante habrá de hacerse para cambiar en algo al sistema. 
 
Confirmando lo anterior, cuando en la encuesta de Latinobarómetro del año 2013 se le preguntó a los ciudadanos chilenos si la democracia era preferible a cualquier otra forma de gobierno un 63 contestó por la afirmativa, pero un 21 por ciento dijo que “daba lo mismo” y un 10 por ciento que prefería un gobierno autoritario. Es decir que un inquietante 31 por ciento era indiferente o antagónico ante la democracia, una cifra muy elevada pero que, aún así, demostraba una reducción en relación a niveles históricos que marcaban, inconfundiblemente, la persistencia del nefasto legado pinochetista.
 
Una mirada a largo plazo, por ejemplo focalizando el análisis en el período 1995-2013 demuestra que en Chile los valores promedio para todo ese período fueron los siguientes: apoyo a la democracia, 55 por ciento; al autoritarismo; 15 por ciento, e indiferencia, 26 por ciento.
 
El “país modelo” de una transición política exitosa hacia la democracia demostraba con estas cifras el equívoco del saber politicológico convencional que ensalzaba la experiencia política chilena como la más acabada concreción, en Nuestra América, del otrora tan valorado (y ahora tan devaluado) Pacto de la Moncloa que había permitido el advenimiento de la “democracia” en la España postfranquista.
 
Y rompiendo las previsiones de la cátedra y las campañas de calumnias de los medios hegemónicos los datos de Latinobarómetro confirman que el país con mayor apoyo ciudadano a la propuesta democrática es …¡Venezuela! ¡Sí!, la Venezuela bolivariana, difamada, hostigada y vilipendiada como tierra de tiranos populistas y líderes demagógicos resultó ser aquella en la cual el ideal democrático es más valorado por su ciudadanía.
 
 No sólo eso: según esta encuesta los países cuyos ciudadanos más han aumentado el apoyo a la democracia son Venezuela (16 puntos) y Ecuador (13 puntos), por encima de Chile (8 puntos) y Argentina (5 puntos). (1) 
 
Conclusión: si los liderazgos fulminados como populistas (Chávez, Maduro, Correa y, por extensión, Evo) crean ciudadanía es porque son cualquier cosa menos populistas; populares y genuinamente democráticos seguro, pero no cultores de la engañifa populista. La ciencia política convencional se revela como propaganda reaccionaria ante estos pocos ejemplos.
 
 Pero retornemos a las elecciones del pasado domingo. A la vista de los anteriores antecedentes no sorprende, decíamos, que la concurrencia electoral haya oscilado en torno al 50 por ciento del electorado, compuesto por poco menos de 14 millones de personas. Esta proporción de abstencionismo es la más alta en toda la historia de la democracia en Chile.
 
Se argumenta que dado que el sufragio es optativo no hay por qué alarmarse. Pero lo cierto es que el voto no sólo es un derecho; es también una obligación de todo ciudadano de una democracia y casi la mitad de las chilenas y los chilenos renunció a ejercer ese derecho y a asumir la correspondiente obligación.
 
 Bajo esta perspectiva la votación de Michelle Bachelet, 3.070.012 sufragios representa el 47 por ciento de quienes acudieron a votar pero un escaso 22 por ciento del total de la ciudadanía; peor aún es el caso de la candidata de la derecha, Evelyn Matthei, cuyos 1.645.271 votos no representan sino el 12 por ciento de los electores inscriptos.
 
La conclusión que puede obtenerse de estos guarismos es que casi un cuarto de siglo después de la salida de Pinochet los legados combinados del autoritarismo militar y el neoliberalismo económico produjeron una sociedad en la que se descree de la acción colectiva, se concibe a la política como una pérdida de tiempo y se piensa que los problemas de cada quien deberán ser enfrentados y resueltos individualmente.
 
La política se convierte en un “ruido molesto” que perturba el supuestamente racional trabajo de los mercados. Otra conclusión: el gran fracaso del gobierno de Sebastián Piñera, que había sido saludado como el amanecer de una nueva era en donde la burguesía atendía sin molestas mediaciones la gestión de la cosa pública y se demostraba que el pinochetismo podía tener un rostro sonriente, amable y a la vez altamente eficiente. Esa ilusión se desmoronó la noche del domingo pasado.
 
La apatía política se alimenta en Chile de la carencia de verdaderas alternativas políticas. Revertir esta situación será una tarea muy difícil, casi prometeica, de la futura presidenta Bachelet, quien sólo por una catástrofe política de incalculables proporciones podría ser derrotada en la futura batalla electoral.
 
La reconstrucción de la comunidad política -en un país que supo tenerla y en grado sumo antes del golpe militar- requerirá la adopción de profundas reformas que desmonten el andamiaje económico, político e institucional establecido por la dictadura y mantenido a lo largo de nada menos que cuarenta años. Un aparato construido por el ideólogo y arquitecto del régimen pinochetista, Jaime Guzmán Errázuriz, y preservado en casi todos sus detalles por sus sucesores de la Concertación y, por supuesto, por el actual gobierno.
 
Para que Bachelet pueda dar vuelta la página de la historia será preciso que haga lo que hizo Hugo Chávez Frías el 2 de Febrero de 1999 cuando al tomar posesión de su cargo como presidente rompió con las fórmulas consagradas por la tradición y dijo que “Juro delante de Dios, juro delante de la Patria, juro delante de mi pueblo que sobre esta moribunda Constitución impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para que la República nueva tenga una Carta Magna adecuada a los nuevos tiempos. Lo juro.”
 
Es harto improbable que Bachelet produzca un juramento de ese tipo porque, como política, no está “hecha de la misma madera” que tenía el gran líder bolivariano. Pero es indiscutible que la reconstrucción de la democracia en Chile requerirá indefectiblemente de la elaboración y aprobación de una nueva constitución. No es un dato menor que las tres que rigieron los destinos de ese país fueron todas ellas producidas por gobiernos autoritarios y conservadores en 1833, 1925 y 1980, esta última bajo el régimen de Pinochet. Y en ninguno de estos casos, por supuesto, no hubo el menor atisbo de participación popular. Y si bien en los últimos años se le introdujeron algunos cambios muy marginales, el espíritu y la letra de la constitución pinochetista está aún vigente, y ambos son incompatibles con la democracia.
 
Si Bachelet aspira realmente a refundar la democracia chilena tendrá que convocar por primera vez en la historia a una asamblea constituyente elegida por el pueblo; otorgarle un plazo para que redacte un nuevo texto constitucional y someterlo -como se hizo en Venezuela, Bolivia y Ecuador- al veredicto popular mediante un referendo constitucional que otorgue legitimidad a la nueva carta magna. Eso sería un primer y necesario paso para después avanzar con la misma firmeza en la desmercantilización y la desprivatización de gran parte de lo mercantilizado y privatizado por cuatro décadas de neoliberalismo, comenzando por la educación y siguiendo por la salud y la seguridad social entre tantos otros bienes públicos convertidos en mercancías generadoras de jugosas ganancias para los capitalistas. Si nada de esto llegara a ocurrir, o sólo se intentaran tibios ensayos reformistas, Chile se deslizaría aún más rápidamente hacia una nueva y sutil forma de autoritarismo de mercado o, como lo asegura el filósofo político estadounidense Sheldon Wolin para su propio país, hacia una suerte de “totalitarismo invertido” caracterizado por la primacía aplastante de los mercados y el progresivo desvanecimiento de las figuras de la democracia y del ciudadano. Una democracia sin ciudadanos que reemplaza la vieja fórmula de Abraham Lincoln, “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” por su degradación mercantil: “gobierno de los mercados, por los mercados y para los mercados.”
 
Desgraciadamente, la complacencia de la anterior gestión de Bachelet con esta fórmula no autoriza a hacerse demasiadas ilusiones. No son muchos los casos en la historia en que un gobernante produce un giro tan pronunciado como el que hace falta para refundar la democracia en Chile. Una democracia que llegó a su punto más alto en los años de Salvador Allende, y que por eso mismo fue ferozmente combatida por el imperialismo y sus secuaces locales. De todos modos será preciso esperar un tiempo antes de emitir un juicio definitivo sobre la gestión de Bachelet. El realismo político no permite abrigar demasiadas esperanzas, pero ese mismo realismo aconseja no descartar la posibilidad –por poco probable que sea- de que el pueblo chileno recupere su memoria, sus sueños y sus utopías, las mismas que lo llevaron a votar por Salvador Allende, e irrumpa de manera arrolladora en la escena política para, como lo dijera el presidente-mártir, abrir “aquellas grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.” Sería una gran noticia, para Chile y para Nuestra América, si tal cosa llegara a suceder.   
 
– Dr. Atilio Boron, director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED), Buenos Aires, Argentina. Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2013. www.atilioboron.com.ar Twitter: http://twitter.com/atilioboron
Nota
 
(1)   Cf. Corporacíón Latinobarómetro: Informe 2013 (Santiago: Ediciones de Corporación Latinobarómetro 2013), pg. 6.La Corporación realiza  una encuesta anual de actitudes y opiniones políticas en 18 países de la región. Huelga comentar que los autores del Informe apelan a todo tipo de ridículas argumentaciones para dar cuenta de tan aberrantes anomalías como las representadas por los casos de Venezuela y Ecuador. No podemos perder nuestro tiempo y el de nuestros lectores en examinar las conocidas críticas que las usinas del imperio dirigen en contra de esos países hermanos: no hay separación de poderes porque el oficialismo tiene mayoría en el Congreso, y no se respeta a la oposición porque ambos tanto Chávez como Maduro y Correa le han declarado la guerra a la prensa. Si Aznar, Berlusconi o George W. Bush tienen mayoría en el Congreso eso prueba la rotunda legitimidad de su mandato; si quienes gozan de esa situación son Chávez, Maduro o Correa eso demuestra que nos hallamos ante democracias con serios déficits o, simplemente, semi-democracias. El escandaloso doble standard del Informe  nos exime de la necesidad de entablar una discusión con sus autores. No son analistas políticos sino publicistas al servicio de la reacción, y sólo por excepción discutiría con ellos.



http://www.alainet.org/active/69176

11 Comentarios

  1. Anónimo
  2. Anónimo

    Juancito, no te vayas por la tangente como hace la izquierda cuando no puede (o no quiere) responder esactamente lo que se le pregunta: te pregunté cuántos votos tendría esa alternativa que proponés. No conozco ni admito otra forma de llegada al poder que mediante el sufragio. Allende tampoco concebía otra. Era chileno y de izquierda, pero legalista.

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  3. FOLLADORDEPROSTIS

    Es casi seguro que Chanchelet haga reformas al modelo chileno,en vez de cambiar el modelo chileno,1 modelo que aunque tiene fallas es menos malo que el modelo "bolivariano" de Venezuela que se caracteriza x su gigantesca inflación,alta delincuencia,escasez de alimentos,corrupción masiva ,presidente hablando con pajaritos,etc.

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  4. Anónimo

    Don Atilio creo que sus esperanzas son bastanta poco creíbles, es más, la izquierda en Chile, e incluso el militonto promedio del PC, saben bien que Bachelet no traerá ningún cambio ni siquiera tímido al capitalismo chileno. ¿La quinta es la vencida? Ya hemos soportado 4 gobiernos de la Concertación (hoy rebautizada "Nueva Mayoría") y uno de la Alianza, es decir, 5 gobiernos que sólo han apuntalado el neoliberalismo pinochetista que tanto encadilaba al mediocre liberal de Havel (y con eso no le hago el juego al stalinismo).
    Creer que Bachelet cumplirá un programa que su anterior gobierno descartó, y que en la campaña lo ha afirmado y lo ha negado, donde le asigna un mayor papel al Estado capitalista como regulador, para luego decir que los mercados mandan… En fin, creer que Bachelet y su "nueva pillería", como bien la apodó Roxana Mirand, y que fue criticada justamente por Marcel Claude traerá un cambio es creerse el cuento del tío, claro, del tío neoliberal.

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  5. juan

    Anónimo: la alternativa se construye, no nace de la nada ni baja de modo fantasmal de la Sierra Maestra (lo cual es, por cierto, deshistorizar la Revolución Cubana). En Chile la movilización popular es impresionante, y se expresa sobre todo en los estudiantes y en los pueblos indígenas (sobre todo mapuches). A esa movilización social le falta su herramienta política. Lo que proponen los candidatos y partidos mencionados es simplemente eso: construirla. Convertir el poder popular en gestación en poder popular constituyente capaz de disputar las instituciones. El resto es derrotismo.

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  6. Anónimo

    Muy bien, Juan, perfecto, ¿y cuántos votarían esa alternativa?

    ¿O sos de los que siguen soñando con que tus ídolos políticos bajen de la Sierra Maestra, quiero decir, de los Andes a Santiago de Chile y echen a la Bachelet o a quien sea del gobierno?

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  7. juan

    Las esperanzas de que Bachelet avance hacia una transformación democrática radicalizada de Chile no son escasas; son directamente nulas. Su anterior gestión fue tibiamente socialdemócrata, ubicada muy a la derecha del kirchnerismo en Argentina. En Chile lo que hay es una alternancia entre derecha y supuesta "centroizquierda" (más centro que otra cosa), tal y como lo prefiere el establishment burgués. Nosotros, desde una izquierda popular y latinoamericana, tenemos que criticar duramente a quienes, como el Partido Comunista (ejemplificado en la dirigente estudiantil Camila Vallejos) se haya sumado a un circo ni siquiera reformista, en vez de apostar a la construcción de una fuerza social de liberación, antineoliberal y antiimperialista en transición hacia el socialismo, tal y como fue propuesto por fuerzas de izquierda en Chile como Libres del Sur (mandelistas) y por candidatos como Marcel Claude (además de otros en quienes la voluntad de unidad tal vez fue menor, aunque con un perfil mucho más latinoamericano y popular, como es el caso de Roxana Miranda). Como en muchos otros países (sobre todo de Europa) la alternativa no va a venir de quienes, como Bachelet, forman parte de la pálida Internacional Socialista, que a nivel local representa al caprilismo, sino de la construcción de una alternativ "a la izquierda de lo posible". Saludos.

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  8. FOLLADORDEPROSTIS

    Oe Pedro,xq mencionas al anti-comunista Havel en este blog? para la izquierda utopica latinoamericana, Havel es considerado "1 agente de la CIA entrenado para destruir el socialismo en Checoslovaquia" ,xq Atilio no menciono nada del 24 aniversario del derrumbe del muro de Berlin? no quiere revivir 1 momento triste? Dudo mucho que Chanchelet haga 1 giro de 180 grados y meta a Chile al ALBA,es casi seguro que haga reformas al modelo chileno,en vez de cambiar el modelo chileno,1 modelo que aunque tiene fallas es menos malo que el modelo "bolivariano" de Venezuela que se caracteriza x su gigantesca inflación,alta delincuencia,escasez de alimentos,corrupción masiva ,presidente hablando con pajaritos,etc.

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  9. Pedro von Eyken

    Frases extraidas del fallecido ex presidente checo Vaclav Havel en su libro "El poder de los sin poder y otros escritos" sobre sus complicados años en Checoeslovaquia antes de 1989: "al poder de la burocracia se le llama poder del pueblo… a la arbitrariedad, aplicación del ordenamiento jurídico… a la farsa electoral como la forma más alta de democracia… a la prohibición de un pensamiento independiente como la concepción científica del mundo… a la ocupación como ayuda fraterna".

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  10. Pedro von Eyken

    Como demócratas nos congratulamos que los hermanos chilenos hayan vuelto a las urnas una vez más para elegir libremente a su presidente entre varias opciones de un amplio espectro político. La Sra. Bachelet posee tanta capacidad como popularidad y méritos. Estos últimos, en gran parte, debido a sus opciones políticas libremente elegidas, ya que no ha de olvidarse que ha convivido varios años con una dictadura totalitaria que no permitía ejercer la democracia libre y paticipativa, como ella disfruta ahora en Chile, y sin embargo continúa abrazando su adhesión al socialismo democrático, pluralista y tolerante. Algo parecido puede decirse de la Canciller de Alemania, Dra. Angela Merkel. Aunque ubicada políticamente a la derecha de la Dra. Bachelet, la alemana, que alcanza el poder por tercera vez consecutiva, ha vivido mucho más tiempo en el mismo régimen totalitario en el que vivió su colega chilena (más de 40 años). Angela Merkel ha convivido con la democracia participativa y pluralista sólo desde 1989, habiendo optado por ejercer el poder de acuerdo a dicho sistema. Con esos 40 años vividos en la RDA, desde poco después de nacer y con todo lo que ello implica desde el punto de vista de la fuerte indoctrinación política que ejercía el Partido Socialista Unificado de la RDA desde la escuela primaria, no habría sido de extrañar que Angela Merkel hubiera militado en ese partido y, ahora, en su heredero "Die Linke" (La Izquierda). Pero lidera la fuerza política que mas tiempo ha ejercido el poder libremente en la RFA, la Democracia Cristiana.
    Considero, modestamente, que sobre estos valores y sobre estas opciones libres hay que reflexionar también al pensar en los logros y méritos de Bachelet y de Merkel.

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Sobre el Autor de este Blog

Atilio Alberto Borón (Buenos Aires, 1 de julio de 1943) es un politólogo y sociólogo argentino, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard. Actualmente es Director del Centro de Complementación Curricular de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda. Es asimismo Profesor Consulto de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del IEALC, el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe.

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